Las citas de los viernes: El horror de Dunwich de H.P. Lovecraft. Alianza ed.

Una mirada a los momentos estelares de una de las joyas de terror.

El horror de Dunwich de H.P. Lovecraft

Las citas de los viernes: Algo que brilla como el mar de Hiromi Kawakami, ed. Penguin Books DeBolsillo

Las citas de los viernes ofrece la lectura de los momentos estelares de un libro de peculiar belleza, cerca de la prosa poética y una serie de metáforas de exquisita belleza que nos lleva más allá del amor en la piel.

Las citas de los viernes, Algo que brilla como el mar de Hiromi Kawakami

Las Citas de los Viernes: El infinito en un junco de Irene Vallejo. Ed. DeBols!llo y Ed. Siruela

La experiencia lectora me ha obsequiado con uno de los libros más memorables que recuerde, aquí diez de sus momentos estelares:

Heigo Kurosawa fue un admirado benshi, narrador de películas mudas para el público japonés. Se convirtió en una estrella; la gente acudía en masa a escucharlo. Introdujo a su hermano pequeño Akira que por entonces quería ser pintor, en los ambientes cinematográficos de Tokyo. En torno a 1930, con la vertiginosa llegada del sonido, los benshi perdieron su trabajo, su fama se eclipsó y fueron olvidados Heigo se suicidó en 1933. Akira dedicó toda su vida a dirigir películas como las que aprendió a amar en la voz de su hermano mayor.

Los imperios jóvenes tienen apetitos simples; sencillamente, lo quieren todo. Aspiran a la pujanza militar, al poder económico y, también, a los esplendores del viejo mundo. Con ese afán los Escipiones trasplantaron la biblioteca real de Macedonia a Roma y, al calor de aquellos valiosos libros, atrajeron a un círculo de escritores griegos y latinos. Por la fuerza de las armas y del dinero, estaban intentando desplazar los centros de gravedad de la creación literaria. Ha sucedido muchas veces: la política redibuja los mapas culturales.

El coleccionista romano recuerda al de los ricos capitalistas estadounidenses, que, maravillados ante los largos siglos del arte europeo y por un puñado de dólares, expoliaban retablos, frescos arrancados de los muros, claustros completos, portadas de iglesias, frágiles antigüedades y lienzos de los grandes maestros. También bibliotecas enteras. Así imaginó Scott Fitzgerald al joven millonario Jay Gatsby. Su fortuna, procedente de oscuros contrabandos, brillaba en una gran mansión de Long Island donde no faltaba.ningún lujo ni refinamiento. Gatsby era conocido por sus fiestas carísimas y extravagantes en las cuales nunca participaba. En realidad, un amor infantil y conmovedor latía detrás de sus exhibiciones de opulencia. El derroche, la luz, los bailes hasta la madrugada, los coches llamativos y el arte europeo eran fuegos de artificio para deslumbrar a la chica que lo abandonó años atrás, cuando aún no era lo suficientemente rico. En el palacio que Gatsby había construido como celebración kitsch de su ascenso social no podía faltar «una biblioteca gótica, artesonada con roble inglés tallado, que probablemente había sido trasladada completa desde alguna ruina situada al otro lado del mar.

Desde aquel tiempo hasta el presente, nuestra fe candorosa en las recetas para la vida ha dado de comer a muchos charlatanes de la retórica. Hoy nos inundan decálogos de autoayuda que ofrecen sus milagrosas listas del éxito: diez fórmulas para salvar nuestro matrimonio, para esculpir nuestro cuerpo o para convertirnos en personas altamente efectivas; diez claves para ser buenos padres, diez trucos para hacer el chuletón perfecto, diez frases brillantes para acabar un capítulo. El último, por desgracia, no lo compré.

Por eso, debemos considerar un pequeño milagro colectivo -gracias a la pasión desconocida de muchos lectores anónimos- que una obra tan extensa como las Historias de Heródoto, y por tanto tan vulnerable, haya llegado hasta nosotros bordeando el desfiladero de los siglos. Como escribe J. M. Coetzee, lo clásico es «aquello que sobrevive a la peor barbarie, aquello que sobrevive porque hay generaciones de personas que no se pueden permitir ignorarlo y, por tanto, se agarran a ello a cualquier precio».

Los escritores antiguos comprendieron muy pronto que los caminos más fascinantes son aquellos que nacen en las grietas, en los puntos ciegos y en las manipulaciones del relato. ¿Penélope esperó fielmente a Ulises o lo engañó en su ausencia? ¿Helena estuvo o no estuvo en Troya? ¿Abandonó Teseo a Ariadna, o fue raptada? ¿Orfeo amaba a Eurídice más que a su vida o fue el primer pederasta? Todas estas variantes coexistieron dentro del enmarañado laberinto de la mitología griega. Como en Rashomon, debemos elegir entre relatos incompatibles entre sí. Aquella primitiva literatura europea nos legó ese gusto por la multiplicación de los puntos de vista, por las variaciones y diferentes lecturas, por las narraciones tejidas y destejidas una y otra vez.

El microscopio y el telescopio son extensiones de su vista; el teléfono es extensión de la voz; luego tenemos el arado y la espada, extensiones de su brazo. Pero el libro es otra cosa: el libro es una extensión de la memoria y de la imaginación».

Al adoptarlo, le dijeron una frase inquietante: «Sabemos contar mentiras que parecen verdades, y sabemos, cuando queremos, proclamar la verdad». Es una de las reflexiones más antiguas sobre la ficción -esa mentira sincera- y, tal vez, también una confesión íntima. Me gusta pensar que Hesíodo, el niño poeta rodeado de silencio, balidos y boñigas, como siglos más tarde Miguel Hernández, revela aquí su obsesión por las palabras. Las palabras que ama y le aterran por el poder que tienen en el mundo, por el mal uso que se puede hacer de ellas.

El escritor italiano Vasco Pratolini dijo que la literatura consiste en hacer ejercicios de caligrafía sobre la piel. Aunque no pensaba en el pergamino, la imagen es perfecta. Cuando triunfó el nuevo material de escritura, los libros se transformaron en eso precisamente: cuerpos habitados por las palabras, pensamientos tatuados en la piel.

Los detalles más precisos sobre una biblioteca egipcia los relata un viajero griego, Hecateo de Abdera, que en tiempos de Ptolomeo I consiguió una visita guiada por el templo de Amón en Tebas. Describe como una experiencia exótica su recorrido por el laberinto de salas, patios, pasillos y habitaciones del recinto. En una galería cubierta dice haber visto la biblioteca sagrada sobre la cual se hallaba escrito: «Lugar de cuidado del alma». Más allá de la belleza de esa idea -la biblioteca como clínica del alma-, apenas sabemos nada sobre las colecciones de libros egipcios.

Las citas de los viernes: El infinito en un junco de Irene Valdés

Las citas de los viernes: Visiones del encuentro América-Europa

Volteemos la mirada a nuestro momento fundamental, antes de que América fuera América y nuestra posibilidad de existir estuviera en juego; fragmentos de varios autores sobre aquel instante eterno:

Y desde que vimos tantas ciudades y villas pobladas en el agua, y en tierra firme otras grandes poblaciones, y aquella calzada tan derecha y por nivel cómo iba a México, nos quedamos admirados y decíamos que parecía a las cosas de encantamiento que se cuentan en el libro de Amadís… Algunos de nuestros soldados decían que si aquello que veían si era entre sueños, y no es de maravillar que yo escriba aquí de esta manera, porque hay mucho que ponderar en ello que no sé cómo lo cuente, ver cosas nunca oídas, ni vistas, ni aun soñadas, como veíamos….

Bernal Díaz del Castillo
Historia verdadera de la Conquista de la Nueva España

Desde que el alma humana ha dejado el rastro escrito de sus sueños, aparece la adivinación de América en forma de raro presentimiento. La imaginación, la imaginación andaba prefigurando a América desde unos 3000 años antes de Cristo, cuando el mitológico Anubis presidía a los muertos en alguna misteriosa parte de Occidente. La idea de que al Occidente quedaba algo por descubrir — algo que unas veces aparece como atractivo en forma de islas bienaventuradas, y otros como repulsivo y temible en forma de mar tenebroso — viene desde los más remotos documentos de los egipcios. A medida que los periplos fenicios exploran el Mediterráneo occidental, o al paso que — más tarde — las islas atlánticas se entregan a los navegantes europeos, el misterio se va alejando como la sombra de una nube viajera y busca refugio en alguna parte cada vez más occidental. Tal es el sentido del Plus Ultra que vence a las columnas de Hércules. La vaga noción que descubrimos en la más vetusta literatura, la egipcia, cruza — unas veces como amenaza y otras como promesa — las sirtes de la literatura griega, donde florece centralmente con la portentosa Atlántida de Platón; viaja a través de la literatura latina, donde Séneca, en su Medea, anuncia que se han de abrir los mares y han de aparecer nuevos mundos; y llevando a cuestas su carga indecisa y cambiante, su mar de sargazos, su océano innavegable de poco fondo, sus islas afortunadas, se enriquece por toda la Edad Media con las leyendas de las islas utópicas: la de San Balandrán o de los Pájaros ( primera versión de la Isla de los Pingüinos), la de las Siete Ciudades, la Antilla y el Brasil, nombres estos últimos que después reivindicará la historia; y es recogida al paso por los poetas renacentista, como Luigi Pulci en Il Morgante, para depositar finalmente sus acarreos de verdad y de fábula en las manos de Cristóbal Colón, cuando éste, hacia 1482, abre las páginas de la Imago Mundi — obra del Cardenal De Ailly que fue su breviario y que es como un compendio de cuantos atisbos hasta entonces podían juntarse sobre los paraísos ofrecidos al ansia de los descubridores.
Alfonso Reyes

A estos móviles económicos se une y mezcla un móvil religioso, a saber, la conversión de los infieles de más allá de las tierras cristianas de Europa. Esa voluntar de conversión participa al mismo tiempo del viejo espíritu de cruzada y de un nuevo espíritu de misión. El primero sigue estando muy vivo entre portugueses y españoles, comprometidos desde hace siglos en la lucha contra el Islam. El segundo anima a todos los que pretenden convertir sin violencia, predicando el Evangelio. En el espíritu de los descubridores y conquistadores que les suceden no hay ninguna antinomia entre móvil religioso y móviles económicos.

Jean Carpentier

Bien se pudiera decir, que de estas palabras, no todo se seguía, que el Mundo estuviese lleno de Gentes; pues para su cumplimiento, bastaba el crecer, y multiplicar, en muchas partes de él; si luego no se siguiera, y henchid la Tierra; porque en decir, que se hincha, da a entender, que no quiere que cosa de ella, esté vacía; porque no parezca, que falla obra ninguna de sus poderosas manos, que fuese superflua, y valdía. Y para satisfacer a esta duda, hemos de decir, que se pobló, como en realidad de verdad la vemos Poblada, y que pasaron a ella, por Mar, en Navíos grandes, o chicos, o Barcas, o otras cosas, que sirviesen para este pasage; porque no fuera posible de otra manera: pues no hallamos tierra pegada a esta, según esta cercada de ambos Mares, (conviene a saber) Norte, y Sur, y por la parte, que mas se avecina una Tierra, con otra, en algún Estrecho, tiene algunas Leguas el ancho del Agua, y aunque nadando pudiera pasar alguno (aunque esto, me parece también, peregrino, y raro) no al menos, una Familia, ni Quadrilla de Hombres, y Mugeres; y así hemos de decir, que en Navíos, Barcos, o Balsas, que de propósito, viniesen siguiendo este destino, o que por alguna fortuna haviesen a ella aportado. Y asi lo sientes Beroso, y Cornelio Tácito, tratando de los que han Poblado en Islas, y Tierras, que ha sido necesario, pasar Mar, para ir a ellas…
Fray Juan de Torquemada. Monarquía indiana.

Como le parece a San Agustín, en los Libros de la Ciudad de Dios, que las llevarían de Tierra, en Tierra: como también aora se han traído de Castilla, algunas Aves, y otras cosas vivas, de que está la Tierra llena, y de esta, a la de España, llevado los Pabos de las Indias, y otros Pájaros. De los Animales bravos, se puede dar raçón, aunque por ser bravos, y fieros, y que espantan a los Hombres, no se persuadiere alguno, a que huvo quien los pasase, por Embarcación, y Navío, podrá aprovecharse de lo que á esta duda, responde el Abulense, en el Cap. 7 sobre el Génesis, favoreciéndole del Glorioso San Agustín, para responder, diciendo: que como, los Ángeles, los trageron al Arca, para que en ella se salvasen, y no pereciesen, de todo punto: de esa misma manera, los pasarían diversas partidas del Mundo, para que allí se conservasen, y aumentasen; y no dijera esta raçón a buen Entendimiento, antes es conforme a ella; pues no es tan sabrosa la compañía de una Bestia fiera, que obligue a un Hombre, a que la desee, antes huie de ella, como de Enemigo…
Fray Juan de Torquemada. Monarquía indiana.

Fuerça es, que no aviendo noticia de los Antiguos Moradores, y Naturales de esta Tierra, qué Gente sea, ni de qué Familia alla venido, ni en nuestra España, aia tal noticia de ninguno de los Escritores, que andemos, a ojos cerrados, dando bueltas y rodeando la verdad, y por ventura, no llamando a su Puerta en mucho tiempo; y así me parece, que debieron de ser de alguna Gente Antiquísima, de aquella, que se repartió, y dividió, luego después de el Diluvio; porque a ser de tiempos mas Modernos, pienso que fuera mui posible, que huviera, quien tratara de ella: que no es de creer, que si en los tiempos, que ellos pasaron, huviera Historiadores, dejaran de echarlos menos en algún Reino, o Provincia, u ellos supieran dar raçón de si mismos: la qual, no hallamos, aunque la tenemos de los Más Modernos (como en sus Lugares, è Historias se dirá.) Verdad es, que ha avido, quien diga, que son Judíos, de aquellos Tribus, que se perdieron, y que puede creerse, por parecerse en algo a los Hebreos. Esta opinión, ha sido de algunos, que pensaron ser, de los diez Tribus de Israel, que Salmansar, Rei de los Asirios, Cautivó, y Transmigró en tiempo de Osseas, Rei de Israel, y de Exequias, Rei de Jerusalén, como se cuenta en el Quarto de los Reies, que puede aver dos mil y docientos años, poco más, o menos, que fueron llevados Cautivos a Asiria… — expone a continuación cinco razones que proponen quienes defienden esta teoría, mismas que posteriormente refuta —… Estas raçones referidas, hallé en un Papel, donde estaban escritas unas clausulas de Testamento de don Frai Bartolomé de las Casas, Obispo que fue de Chiapa; y por esto, y por ser un mismo lenguaje, el uno que el otro, y el mismo estilo, que en todos sus escritos guardó, me parece que es suia la opinión; y si lo es, digo, que salva su mucha autoridad, y sabiduría: no me persuado a que estos Indios sean de aquellos Tribus que se refiere; porque dado caso, que el quarto Libro de Esdras ande impreso, juntamente con los otros Libros Canónicos, no es rescibido de nuestra Madre la Iglesia pro tal, aunque le admite, como a cosa buena; y así es tenido por Apócrifo, e incierto, dudando, en si es suyo, o no, y esto declara más Nicolao deLyra en el tercero, que dicen ser también suio pareciéndole que si lo fuera, no refiriera en él, lo que tiene dicho en los dos primeros, que están recibidos por Canónicos, y por verdaderamente suios; y así lo dice en el primer Capítulo de aquel Libro: por lo qual digo, como ai duda en el Libro, la puede aver también, en si hicieron aquellos diez Tribus, que se quedaron en Babilonia, la Jornada que allí se refiere. Aiuda a este parecer, el dicho del Gloriosisimo Padre San Jerónimo, que dice, hasta oi sirven al Rei de Persia, y nunca se les ha acabado su Cautiverio, y sobre Ezechiel dice, hasta oi están Cautivos, y detenidos los diez Tribus de Israel, en las Ciudades de los Medos, y están repartidos por los Montes, como fueron llevados, y trasladados de sus Gentes; y lo mismo afirma sobre el Capítulo veinte y siete del mismo Libro, y sobre la exposición del Capítulo segundo de Zacarías. De esta misma sentencia, y parecer son Ruperto, y Nicolao de Lyra, dice ribera en el Capítulo primero de Osseas, que es quasi común esta opinión de los Doctores, así Hebreos, como Latinos…
Fray Juan de Torquemada. Monarquía indiana.

Ellos andan todos desnudos como su madre los parió, y también las mujeres, aunque no vide más de una farto moza. Y todos los que yo vi eran todos mancebos, que ninguno vide de edad de mas de treinta años: muy bien hechos, de muy fermosos cuerpos y muy buenas caras: los cabellos gruesos cuasi como sedas de colas de caballos, e cortos: los cabellos traen por encima de las cejas, salvo unos pocos de tras que traen largos, que jamás cortan. Dellos se pintan de prieto, y ellos son de la color de los canarios, ni negros ni blancos, y dellos de lo que fallan, y dellos se pintan las caras, y dellos todo el cuerpo, y dellos solo los ojos, y dellos sólo el nariz. Ellos no traen armas ni las conocen, porque les amostré espadas y las tomaban por el filo y se cortaban con ignorancia. No tienen algún fierro: sus azagayas son unas varas sin fierro, y algunas de ellas tienen al cabo un diente de pece, y otras de otras cosas. Ellos todos a una mano son de buena estatura de grandeza y buenos gestos, bien hechos… ellos deben ser buenos servidores y de buen ingenio, qaue veo que muy presto dicen todo lo que les decía, y creo que ligeramente se harían cristianos; que me pareció que ninguna secta tenían. Yo, placiendo a nuestro Señor, llevaré de aquí al tiempo de mi partida seis a V. A. Para que deprendan fablar…
Cristóbal Colón. Diarios.

Aquel mesmo día que el padre comisario general llegó a la provincia y guardianía de Cinquinala, o un día antes que fue a trece o a catorce de julio, andando el provincial de México ejercitando su oficio, con la autoridad de la Audiencia y favor del virrey, llegó al valle de Toluca con tres o cuatro frailes, a una visita del convento de Calimaya, y porque comenzó a llover; tronar y relampaguear, lleno de miedo y temor se recogió con los dichos frailes a una ermita por librarse del agua, y estando allí todos juntos, alrededor del provincial que estaba sentado en una silla, cayó un rayo y dio en la pared de la ermita, con que todos cayeron en tierra sin sentido ( excepto el provincial, que por estar sentado no cayó) — Fray Alonso de Ponce —, y estuvieron como media hora, pero volvieron en sí y el uno de ellos se halló sin la vista de un ojo, que aunque le tiene claro no ve con él cosa ninguna; los demás quedaron molidos y atormentados y el provincial no se pudo tener en los pies en gran rato. Todo esto se supo después de boca del mesmo fraile que había perdido la vista, y no carece de misterio este caso a tal sazón y en tal tiempo; parece que el Señor quería por esta vía y con esta muestra y señal de su ira e indignación, apartar al provincial de aquel mal camino que había tomado y llevado, pero él se hizo sordo a este toque y llamamiento, como a otros muchos que adelante se verán…
Fray Antonio deCiudad Real. Tratado curioso y docto de las grandezas de la Nueva España

Esta gente dice el Almirante, es de la misma calidad y costumbre de los otros hallados, sin ninguna secta que yo conozca, ninguno oración, antes dicen la Salve y el Ave María, con las manos al cielo como le amuestran, y hacen la señal de la cruz. Toda la lengua también es una y todos amigos, y creo que sean todas estas islas y que tengan guerra con el Gran Can, a que ellos llaman Cavila y a la provincia Bafan. Y así andan también desnudos como los otros. Esto dice el Almirante…
Cristóbal Colón. Diarios.

Se refiere a que el día siguiente buscó Cortés al bravo tlaxcalteca que lo había salvado y que no pareció, por lo cual se creyó en el campo que el salvador había sido el mismo Santiago ó San Pedro. A cada paso se encuentran pasajes parecidos en las crónicas; y aun en las pinturas de Durán, la última representa uno de estos auxilios sobrenaturales, y en ella se ve al apóstol á caballo y de punta en blanco, decidiendo en el centro la victoria.
Alfredo Chavero. Historia Antigua y de la conquista.

América nunca ha carecido de violencia, ni de acontecimientos, ni de hombres ni de ideas, pero todo eso no constituye una historia. Octavio Paz tiene razón al afirmar que América fue creada con el propósito de escapar a la historia, de edificar una utopía al amparo de la historia, y que en parte lo ha conseguido, persistiendo hoy en el propósito. La historia como trascendencia de una razón social y política, como visión dialéctica y conflictiva de las sociedades, no es un concepto suyo — de la misma manera que la modernidad, como ruptura original precisamente con una determinada historia, no será nunca nuestro —. Llevamos suficiente tiempo viviendo en la conciencia infeliz de esa modernidad como para saberlo. Europa inventó cierto tipo de feudalismo, de aristocracia, de burguesía, de ideología y revolución: todo lo cual tuvo sentido para nosotros, pero en el fondo para nadie más. Los que quisieron imitarlo cayeron en el ridículo o se equivocaron dramáticamente (nosotros mismos apenas si hacemos otra cosa que imitarnos y sobrevivirnos). América, por el contrario, se halla en posición de ruptura y modernidad radical: es allí por tanto, donde la modernidad es original, y en ninguna otra parte. Nosotros sólo podemos imitarla, sin desafiarla en su propio terreno. Una vez que un acontecimiento se ha producido, se ha producido y basta. Y cuando veo a Europa ambicionar la modernidad a cualquier precio, me digo que también se trata de una transferencia desafortunada.
Jean Baudrillard. América

Las citas de los viernes: El hombre que amaba los perros, de Leonardo Padura, Ed.Tusquets

El hombre que amaba los perros marca un hito en la literatura biográfica e histórica; una revisión sobre Cuba, la muerte de Trotsky y los años duros del estalinismo, la guerra civil española y el cardenismo. Ahora volvamos sobre sus momentos estelares:

En los primeros días de septiembre, cuando el huracán Iván, cargado ya de su máxima potencia, terminaba de cruzar el Atlántico y se acercaba a la isla de Granada, Ana tuvo un inesperado período de lucidez y un imprevisible alivio en sus dolores. Como por decisión suya habíamos rechazado el ingreso en el hospital, una vecina enfermera y nuestro amigo Frank se habían encargado de suministrarle los sueros y las dosis de morfina que la mantenían en un sobresaltado letargo. Al ver aquella reacción, Frank me advirtió que ése era el epílogo y me recomendó darle a la enferma solo los alimentos que ella pidiera, sin insistir con sueros y, siempre que no se quejara de dolores, suspenderle las drogas para así regalarle unos días finales de inteligencia. Entonces, como si su vida hubiese regresado a la normalidad, una Ana con varios huesos quebrados y los ojos muy abiertos volvió a interesarse por el mundo que la rodeaba. Con el televisor y la radio encendidos, fijó su atención, de manera obsesiva, en el rumbo del huracán que había. iniciado su danza mortífera arrasando la isla de Granada, donde había dejado más de veinte muertos. En varias ocasiones, a lo largo de aquellos días, mi mujer me hizo una disertación sobre las características del ciclón, uno de los más fuertes que recordara la crónica meteorológica, y achacó su poder exagerado al cambio climático que estaba sufriendo el planeta, una mutación de la naturaleza que podría acabar con la especie humana si no se tomaban las medidas necesarias, me dijo, con todo su convencimiento. Comprobar que mi mujer moribunda pensaba en el futuro de los demás fue un dolor adicional a los que ya me colmaban.

Cuando me senté dentro del Pontiac a esperar la llegada de Daniel, supe que estaba al borde del desmayo y tuve el convencimiento de que si mi amigo no me sacaba del cementerio, yo habría sido incapaz de encontrar una salida hacia la vida…

Más de una vez Dany se ofreció también para venir a ayudarme con Ana, pero yo rechacé su gesto, pues entre las pocas cosas que repartidas siempre tocan a más, están el dolor y la miseria.

Capaz de comprender que, al fin y al cabo, una piedra es solo una piedra y que no se experimenta otra cosa que un simple contacto físico cuando el frío y el agotamiento devoran las fuerzas humanas y, en medio de un desierto helado, un hombre apenas armado con su fe encuentra un pedazo de roca y se lo lleva a los labios.

Apenas lo divisó, la mujer lo envolvió con su mirada verde, más fría que la noche de la sierra, y Ramón recordó que desde el día que se reencontraron, hacía más de un año, su madre no le daba uno de aquellos besos húmedos que, cuando era niño, solía depositar con precisión en la comisura de sus labios para que el sabor dulce de la saliva, con un persistente regusto de anís bajara hasta sus papilas y le provocara la agobiante necesidad de preservarlo en la boca el tiempo del que le concedía la acción de sus secreciones.

Ya había comenzado a crecer dentro de Caridad: el odio, un odio destructivo que la perseguiría para siempre y que no solo darla sentido a su propia vida, sino que alteraría hasta la devastación la de cada uno de sus hijos.

Luis sería el último de los hermanos, nació en 1923, poco antes de que se iniciara la dictadura de Primo de Rivera y en medio de la tregua que Caridad quebraría un año después: porque el odio es una de las enfermedades más difíciles de curar, y ella se había hecho más adicta a la venganza que a la propia heroína.

(solo un comunista puede tener más hambre y menos dinero que un anarquista, aseguraba Caridad)

Liev Davidovich recordó que varios años atrás había escrito que a Tolstói la historia lo había vencido, pero sin quebrarlo…

Pero Maiakovski, obligándose a ser un creyente, se había callado y por eso terminó quebrado. Le faltó valor para ir al exilio cuando otros lo hicieron; para dejar de escribir cuando otros partieron sus plumas. Se empeñó en ofrecer su poesía a la participación política y sacrificó su Arte y su propio espíritu con ese gesto: se forzó tanto por ser un militan te ejemplar que tuvo que suicidarse para volver a ser poeta…

La provisionalidad con que se acomodaron en aquel refugio se advertía en la ausencia de objetos de destinados a embellecerlo; ni siquiera había un simple rosal en el jardín: “Plantar una sola semilla en la tierra sería como reconocer una derrota”, había advertido Liev Davidovich a su mujer, pues aún tenia la mente puesta en los centros de la lucha a los cuales, más pronto que tarde, pensaba que lograría acceder…

El desterrado trató de matizar aquella grandeza histórica, recordándole a su partidario que, a excepción del dolor de espalda, no tenía nada tras de sí…

Por primera vez, desde el triunfo de Octubre, debieron haberse preguntado (¿alguna vez nos lo preguntamos?, le confesarla a Natalia Sedova) si era justo establecer el socialismo en contra o al margen de la voluntad mayoritaria.

Faltaba una hora para que cayera el sol, pero, como ya iba siendo habitual en mi vida, yo no tenia prisas ni expectativas. Más bien casi no tenía nada: y casi sin casi…

En el mes de marzo, con la playa prácticamente desierta, la promesa de aquella visión me provocaba cierto sosiego, un estado de cercanía la equilibrio que me reconfortaba y todavía me permitía pensar en la existencia palpable de una pequeña felicidad, hecha a la medida de mis también disminuidas ambiciones…

Aquel día, además, supe con exactitud lo que era sentir Miedo, así, un miedo con mayúsculas, real, invasivo, omnipotente y ubicuo, mucho más devastador que el temor al dolor físico o a lo desconocido que todo hemos sufrido alguna vez. Porque ese día lo que en realidad sucedió fue que me jodieron para el resto de mi vida pues además de agradecido y preñado de miedo, me marché de allí profundamente convencido de que mi cuento nunca debió haber sido escrito, que es lo peor que pueden hacerle pensar a un escritor…

Ramón añoraría siempre aquellos tiempos en los que, como nunca en la historia de España, se había amado tanto, con tanta ansiedad, como si se viviera una orgía de pasiones física e intelectuales…

En el mitin, Ramón oyó el discurso de José Díaz, el secretario general, y vio por primera vez a una mujer exaltada y dramática, que parecía ella misma una manifestación: Dolores Ibárruri, a la que el mundo conocería como Pasionaria…

Liev Trotski sería la medida capaz de justificar todas las represiones, de fundamentar las expulsiones de críticos e

Unas semanas después, cuando se vivía el momento más crítico de la guerra y habia llegado la salvadora de decisión soviética de brindar ayuda militar a la República la noticia, jubilosamente recibida había dado un espaldarazo a1 Partid o y a sus militantes, arrinconados durante las primeras semanas ante una marea anarquista en pleno disfrute del mejor verano de su historia…

La Revolución que de formas diferentes, pero con la misma pasión, soñamos tú y yo, y soñó Lenin y tantos hombres que Stalin está aniquilando y aniquilará en el futuro. Y estoy seguro de que entre los sacrificados en el matadero estalinista estará Bujarin, que tuvo tanto miedo que prefirió la certeza de la muerte al riesgo de tener que mostrar valor para vivir cada día …

Confunden la ideología con el misticismo y no son más que máquinas andantes, peor aún, son fanáticos. Aquí se hacen los duros, pero tendrías que verlos cuando los llaman desde Moscú… Najui. Se cagan. No los mires como a un ejemplo, no quieras ser como ellos. Tú pu edes ser mucho más…

Por la mañana pasó más tiempo de lo habitual con los conejos, pues nada más verlos comprobó cuán abandonados los había tenido desde que el mismo doctor que le cambiara las drogas le recomendó reposo en en vista de su elevada presión sanguínea. Él había tratado de explicarle que estar con los conejos y con Azteca, lejos de fatigarlo le reconfortaba, pero el médico insistió en que no hiciera esfuerzos físicos e incluso le prohibió que escribiera. El cabrón debe de ser de la GPU,había pensado…

Había comprobado que, como solía ocurrir mientras los partidos de derecha tenían muy claros sus propósitos, los de la izquierda andaban enfrascados en las más desgarradoras controversias…

Lo más terrible era saber que aquellas limpiezas habían afectado a toda la sociedad soviética. Como cabía esperar en un Estado de terror vertical y horizontal, la participación de las masas en la depuración habría contribuido a su difusión geométrica: porque no era posible emprender una cacería como la vivida en la URSS sin exacerbar los instintos más bajos de las gentes y sobre todo, sin que cada persona sufriera el terror a caer en en sus redes, por cualquier motivo, incluso sin motivos. El terror había generado el efecto de estimular la envidia y la venganza, había creado una atmósfera de histeria colectiva y, peor aún, de indiferencia ante el destino de los demás. La depuración se alimentaba de sí misma y, una vez desatada, liberaba fuerzas infernales que la obligaban a seguir hacia delante y a crecer…

Grigoriev trabajaría sin preocuparse por efectos colaterales tales como una posible crisis con el gobierno del imbécil d Cárdenas, pues llegado el caso lo harían tragarse la prepotencia con que se comportó cuando él había protestado por el asilo concedido al renegado. Países más consolidados, como Francia, Noruega o Dinamarca, habían caído de rodillas cuando se atrevieron a desafiarlo y él se había visto obligado a apretar ciertos tornillos…

Así habían empezado sus visitas, por lo general los sábados en la tarde, y de los libros de texto pasamos a las novelas que le fui sugiriendo y con las cuales comenzó a llenar su enciclopédica incultura…

-La guerra es una mierda – soltó el hombre, casi con furia-. En la guerra o matas o te matan. Pero yo he visto lo peor de los seres humanos, sobre todo fuera de la guerra. Tú no puedes imaginarte de lo que es capaz un hombre, de lo que pueden hacer el odio y el rencor cuando los han alimentado bien…

Los jóvenes hijos de Konrad habían llorado al verlos salir como parias, tras haber compartido con ellos un año de sus vidas durante el cual habían incorporado un nuevo miembro a la familia (Erwin Wolf y Jorkis, una de las hijas de Knudsen, se habían casado), la predilección por el café y, como lo demostraba aquel instante, la noción de que la verdad no siempre triunfa en el mundo…

-¿Qué es un nombre, Jacques? ¿O ahora eres Ramón ?… Esos perros que a ti te gusta n tanto tienen nombre ¿y qué? Siguen siendo perros. Ayer fui Grigoriev, antes era Kotov, ahorra soy Tom aquí y Roberts en Nueva York. ¿Sabes cómo me dicen en la Lubyanka?… Leonid Alexándrovich. Me puse ese nombre para que no supieran el mío, porque se iban a dar cuenta de que soy judío, y los judíos no gustamos a mucha gente en Rusia… Soy el mismo y soy diferente en cada momento. Soy todos y soy ninguno, porque soy uno más, pequeñísimo, en la lucha por un sueño. Una persona y un nombre no son nada…

Ya la guerra a muerte no era contra la oposición, sino con la historia…

Liev Davídovich estaba seguro de que cuando Luis XIV afirmó “L’État c’est moi”, estaba enunciando una fórmula casi liberal en comparación con las realidades del régim en de Stalin. El Estado totalitario implantado por él había ido mucho más allá del cesaropapismo y por eso el Secretario General podía decir, con toda justicia «La societé c’est moi»…

A veces ni yo mismo sabía dónde conseguía medicinas e instrumental para mantener abiertas las puertas del consultorio, justo en días en que hasta las aspirinas habían desaparecido de la isla y cuando en la Escuela de Veterinaria recomendaban curar las enfermedades de la piel con fomentos de manzanilla o escoba-amarga y los problemas intestinales con sobaduras y la oración de san Luis Beltrán…

-Esto es basura, Jacson – y cruzó con su lápiz la cuartilla, de derecha a izquierda, de izquierda a derecha. En ese instante Ramón Mercader sintió que su víctima le había dado la orden. Levantó el brazo derecho, lo llevó hasta más atrás de su cabeza, apretó con fuerza el mango recortado y cerró los ojos . No pudo ver, en el último momento, que el condenado, con las cuartillas tachadas en la mano,volvía la cabeza y tenía el tiempo justo de descubrir a Jacques Mornard mientras éste bajaba con toda su fuerza un piolet que buscaba el centro de su cráneo. El grito ee espanto y dolor removió los cimientos de la fortaleza inútil de la avenida Viena…

Aquella noche de jolgorio, mientras Diego, Natalia, los amigos sumados al paseo y los secretarios entraban al edificio donde se hallaba uno de los murales de Rivera, él se hizo el demoradizo y, sin que mediaran palabras,detuvo a Frida contra la fachada y la besó en los labio s mientras, entre respiro y respiro, le repetía cuánto la deseaba. Con total conciencia, en ese momento Liev Davídovich se estaba lanzan do al pozo de una locura y poniendo en peligro todo lo trascendente de su vida: pero lo hizo feliz, orgulloso, temerario y sin el menor sentimiento de culpa, se diría después, convencido de que, al fin y al cabo, había valido la pena haber gastado en aquella orgía de los sentidos lo mejores cartuchos de las últimas reservas de su virilidad…

(en el Café de Flore, Jacques le mostró a una arrobada Sylvia la mesa alrededor de la cual bebían y discutían Jean-Paul Sartre, Albert Camus, Simone de Beauvoir y otros de los jóvenes que se hacían llamar existencialistas; en el Gemy’s Club la hizo escuchar a Édith Piaf a dos mesas de Maurice Chevalier)…

¿Qué sensaciones lo acompañaron cuando vio levantarse sobre la linea del horizonte la silueta de la interrogación más absoluta? Observó aquel mar de una transparencia refulgente, capaz de herir las pupilas, y seguramente pensó que, a diferencia de Hernán Cortés, lanzado sobre aquella tierra ignota en busca de gloria y poder, él, si acaso, podía aspirar a encontrar allí un punto de apoyo para los días finales de su existencia y la grotesca posibilidad de reivindicar un pasado donde ya había alcanzado y agotado su cuota de gloria y poder, de furia y esperanzas…

Ser trabajador, militante, miliciano o soldado de la República se había convertido en un signo de distinción y se podía pensar que las clases adineradas que, como su propia familia, habían adornado durante décadas la geografía del lugar, hubieran desaparecido de la faz de aquella tierra en ebullición donde la gente se saludaba con el puño en alto, cruzaba consignas y se preparaba para el sacrificio, convencida de que había que luchar por una dignidad humana que muchos recién habían descubierto…

Aquella noche,empujado por el alcohol que en esta ocasión se había permitido Ramón pensó que a pesar de los encierros, los silencios, las decepciones, y hasta el miedo y la obsesión por micrófonos reales e imaginarios, valía la pena vivir. Eitingon era la demostración exultante de aquella certeza. Su cinismo, a prueba de golpe y años de cárcel, resultaba Salvador y paradigmático. ¿Y no era él tan cínico como su mentor? Pensó que el hecho de haber creído y luchad o por la mayor utopía jamás concebida encierra necesarias dosis de sacrificios. Él, Ramón Mercader, había ido uno de los arrastrados por los ríos subterráneos de aquella lucha desproporcionada y no valía la pena evadir responsabilidades ni intentar descargar sus culpas en engaños y manipulaciones: él encarnaba uno de los frutos podridos que se cultivan incluso en las mejores cosechas, y si bien era cierto que otros le habían abierto las puertas, él había atravesado, gustoso, el umbral del infierno, convencido de que debía existir la morada de las tinieblas para que hubiese un mundo de luz…

Entonces me aferré a lo esencial que me ofrecía aquel escape y me esforcé en creer en lo que importaba creer. Y no lo conseguí: no me importaba ni el más allá ni la salvación de mi alma inmortal. Tampoco el más acá ni las manipulables promesas de un futuro mejor a costa de un presente peor. Hubiera preferido otras compensaciones…

-¿Sabes por qué? Porque en el fondo somos unos cínicos, como Orlov. Pero, sobre todo, somos unos cobardes. Siempre hemos tenido miedo y lo que nos ha movido no es la fe, como nos decíamos todos los días, sino el miedo.Por miedo muchos se callaron la boca, qué remedio les quedaba, pero nosotros, Ramón, fuimos más allá, aplastamos gentes, matamos incluso…, porque creíamos pero también por miedo -dijo y, para asombro de Ramón, sonrió-…

Las citas de los viernes: En busca del tiempo perdido de Marcel Proust. Ed. Alianza

Sin duda la novela que revolucionó el arte de narrar es la enorme «En busca del tiempo perdido…» para iniciar este fin de semana en serenidad y para reflexionar, estas frases del Camino de Swann:

Y como ese entretenimiento de los japoneses que meten en un cacharro de porcelana pedacitos de papel, que en cuanto se mojan empiezan a estirarse, a tomar forma, a colorearse y distinguirse, convirtiéndose en flores, en casas, en personajes consistentes y cognoscibles, así ahora todas las flores de nuestro jardín y las del parque del señor Swann y las ninfeas del Vivonne y las buenas gentes del pueblo y sus viviendas chiquitas y la iglesia y Combray entero y sus alrededores, todo eso, pueblo y jardines, va tomando forma y consistencia, sale de mi taza de té.

Por fin, para poder hacer algo dejé de pensar en lo que iba a hacer.

La miré primero con esa mirada que es algo más que el verbo de los ojos.

Lo que a mí me parece mal en los periódicos es que soliciten todos los días nuestra atención para cosas insignificantes, mientras que los libros que contienen cosas esenciales no los leemos más que tres o cuatro veces en toda nuestra vida.

Y cambiando a cada instante de comparación, según me representaba mejor y más materialmente la tarea a la que me iba a entregar, pensaba que sobre mi gran mesa de madera blanca trabajaría en mi obra bajo la mirada de Francoise. Como todos los seres sin pretensiones que viven a nuestro lado tienen una cierta intuición de nuestras tareas [… ] trabajaría junto a ella, y casi como ella [… ] pues pinchando de aquí o de allá una cuartilla suplementaria, construiría mi libro, no me atrevo a decir ambiciosamente como una catedral, sino más sencillamente, como un vestido…

A fuerza de pegar unos a otros estos papeles, que Francoise llamaba mis papelotes, se desgarraban por todas partes. En caso necesario, Francoise podría ayudarme a conservarlos, de la misma manera que remendaba las partes usadas de sus vestidos…

En todo caso, si tenía aún la fuerza de llevar a cabo mi obra, sentía que la naturaleza de las circunstancias que hoy mismo, en el curso de esta velada en casa de la princesa de Guermantes [… ] señalaría ciertamente ante todo, en ésta [mi obra], la forma que había presentido en otro tiempo en la iglesia de Combray […] y que nos es habitualmente invisible —la forma del Tiempo …

La idea de mi construcción no me abandonaba un solo instante. No sabía si sería una iglesia, en la que los fieles sabrían poco a poco aprender verdades y descubrir armonías, el gran plan de conjunto…

Si por lo menos me dejara el suficiente tiempo para llevar a cabo mi obra, no dejaría de señalarla con el sello de ese Tiempo cuya idea se imponía hoy en mí con tanta fuerza, y describiría en ella los hombres [… ] como ocupando en el Tiempo un lugar mucho más considerable que el tan restringido que les ha sido reservado en el espacio, un lugar, por el contrario, prolongado sin medida, puesto que tocan simultáneamente como gigantes sumergidos en los años, épocas vividas por ellos, tan distantes —entre las cuales han venido a situarse tantos días— en el Tiempo…

Las citas de los viernes: Diccionario filosófico de Voltaire, completo para libre descarga

Feliz día del libro!!!! Feliz San Jordi!!!! Para celebrarlo Cisterna de Sol ofrece, para libre descarga, el Diccionario Filosófico de Voltaire, completo, para libre descarga. Que ustedes lo disfruten:

Las citas de los viernes: Pequeña muestra poética de la República española

La Niña bonita en su XC aniversario dejó voces imperecederas, las recordamos apenas mínimamente, con el duende de Federico. Que ustedes lo disfruten:

Hermano … tuya es la hacienda …
la casa, el caballo y la pistola …
Mía es la voz de la tierra,
Tú te quedas con todo,
y me dejas desnudo y errante por el mundo …
Mas yo te dejo mudo … ¡mudo … !
Y ¿cómo vas a recoger el trigo
y a alimentar el fuego
si yo me llevo la canción?
León Felipe

Montar quisimos en pelo una quimera
mientras la mar dormía ahíta de naufragios.
Antonio Machado

En toda Andalucía, roca de Jaén y caracola de Cádiz, la gente habla constantemente del duende y lo descubre en cuanto sale con instinto eficaz. El maravilloso cantaor El Lebrijano, creador de la Debla, decía: «Los días que yo canto con duende no hay quien pueda conmigo»; la vieja bailarina gitana La Malena exclamó un día oyendo tocar a Brailowsky un fragmento de Bach: «¡Ole! ¡Eso tiene duende!», y estuvo aburrida con Gluck y con Brahms y con Darius Milhaud. Y Manuel Torres, el hombre de mayor cultura en la sangre que he conocido, dijo, escuchando al propio Falla su Nocturno del Generalife, esta espléndida frase: «Todo lo que tiene sonidos negros tiene duende». Y no hay verdad más grande.
Federico García Lorca.

Abierta la ventana,
se derramó en el cuarto
gota a gota, la luna
como el agua en un vaso
Emilio Prados

Es un poder y no un obrar, es un luchar y no un pensar. Yo he oído decir a un viejo maestro guitarrista: el duende no está en la garganta; el duende sube por dentro desde la planta de los pies”
Federico García Lorca

Quema la sangre como un tópico de vidrios, que agota, que rechaza toda la dulce geometría aprendida, que rompe los estilos, que hace que Goya, maestro en los platas y en los rosas de la mejor pintura inglesa, pinte con las rodillas y los puños con horribles negros de betún; o que desnuda a Mosén Cinto Verdaguer con el frío de los Pirineos, o lleva a Jorge Manrique a esperar la muerte en el páramo de Ocaña, o viste con un traje verde de saltimbanqui el cuerpo delicado de Rimbaud, o pone ojos de pez muerto al conde Lautréamont en la madrugada del boulevard.
Federico García Lorca

En un concurso de baile de Jerez de la Frontera, se llevó el premio una vieja de ochenta años contra hermosas mujeres y muchachas con la cintura de gua, por el solo hecho de levantar los brazos, erguir la cabeza y dar un golpe con el pie sobre el tabladillo; pero en la reunión de musas y de ángeles que había allí, bellezas de forma y bellezas de sonrisa, tenía que ganar y ganó aquel duende moribundo que arrastraba por el suelo sus alas de cuchillos oxidados”
Federico García Lorca

España está en todos tiempos movida por el duende, como país de música y danza milenaria, donde el duende exprime limones de madrugada, y como país de muerte, como país abierto a la muerte
Federico García Lorca

No comprendo a los hombres. Mas algo en mí responde
que te comprendería, lo mismo que comprendo
los animales, las hojas y las piedras,
compañeros de siempre silenciosos y fieles.
Todo es cuestión de tiempo en esta vida,
un tiempo cuyo ritmo no se acuerda,
por largo y vasto, al otro pobre ritmo
de nuestro tiempo humano corto y débil.
Luis Cernuda

Las citas de los viernes: Jefe de Estación, Fallmerayer, de Joseph Roth. Ed. Acantilado

Nada más evocador para hablar de viajes que una estación de trenes; pero si está retratada por la pluma de Joseph Roth, entonces se trata de una experiencia histórica y estética en toda regla, que ustedes lo disfruten:

El singular destino del jefe de estación austríaco Adam Fallmerayer merece sin duda alguna ser registrado por escrito y conservado en la memoria. Perdió de un modo asombroso su vida, que, dicho sea de paso, jamás habría sido brillante, y tal vez tampoco de una felicidad duradera… Hasta donde los hombres pueden llegar a saber unos de otros, habría sido imposible augurar a Fallmerayer un hado extraordinario. Aun así, le alcanzó, le agarró, y él mismo pareció entregarse a éste con cierto placer.

Tuvo dos hijas, gemelas. Había esperado tener un hijo. Es lógico, de acuerdo con su carácter, que quisiera tener un hijo y que considerara la llegada simultánea de dos niñas como una desagradable sorpresa, cuando no una maldad divina. Pero como tenía la vida asegurada desde el punto de vista material y derecho a una pensión, se acostumbró, cuando apenas habían transcurrido tres meses desde aquel nacimiento, a la generosidad de la naturaleza, y empezó a querer a sus hijas.

Los semblantes de los pasajeros en las amplias ventanillas se desvanecían en una papilla de color blanco grisáceo. El jefe de estación Fallmerayer jamás había podido ver el rostro de un pasajero de viaje hacia el sur. Y el sur era para el jefe de estación algo más que simplemente una indicación geográfica. El sur era el mar, un mar hecho de sol, libertad y dicha… Y, sobre todo, la gente rica era la que traía el sur al sur. Un empleado de los ferrocarriles del sur vivía permanentemente en el norte.

Tuvo la sensación de que debía hacer algo, como los demás, y al mismo tiempo miedo de que le impidieran echar una mano porque él mismo podía ser el culpable de la desgracia. A algunos de entre los ferroviarios que le reconocieron y que en las prisas de las labores de rescate le saludaron de manera fugaz, Fallmerayer trató de decirles algo con una voz ronca, algo que lo mismo podría haber sido una orden que una petición de disculpa. Pero nadie le oyó. Nunca hasta entonces se había sentido tan superfluo.

La extranjera yacía bajo la manta del jefe de estación con sus grandes ojos oscuros y el rostro blanco, fuerte, amplio como un paisaje extraño y dulce, sobre la almohada. Hablaba el alemán duro y extraño de una rusa, con una voz profunda, extraña. De su garganta salía todo el esplendor de lo amplio y desconocido… De modo que se marchó, y en todas las habitaciones, y en especial en la cama de Fallmerayer, dejó el aroma imborrable del cuero de Rusia y de un perfume indescriptible.

Anja Walewska, rezaba la firma. Hacía tiempo que había sentido deseos de conocer el nombre de pila de la extranjera, aunque no se había atrevido a preguntar, como si el nombre de pila fuera uno de sus ocultos encantos corporales. Ahora que lo conocía, durante un rato le pareció que le había regalado un dulce secreto.

-Sí – dijo él-. Lo he aprendido. Lo he aprendido en el campo de batalla.
Y en ruso añadió:
-Por usted, para usted. Para poder hablar con usted alguna vez he aprendido el ruso.
Ella le aseguró que lo hablaba de manera admirable, como si él hubiera dicho aquella frase de difícil contenido sólo para demostrar sus capacidades lingüísticas. De aquel modo transformó la confesión que acababa de hacerle en un ejercicio de estilo carente de importancia. Pero precisamente aquella respuesta por parte de ella le demostró que le había entendido bien.
“Me marcharé ahora”, pensó él. De inmediato se levantó. Y sin esperar una invitación, sabiendo sin duda que ella interpretaría correctamente su descortesía, dijo:
-Volveré pronto.
Ella no contestó. Él le besó la mano y se marchó.

Caminaron a lo largo de la avenida. A pesar de la húmeda oscuridad, los troncos finos, esporádicos, brillaban plateados, como iluminados por una luz en su interior. Y como aquel brillo plateado de los árboles más delicados del mundo despertara la ternura en el corazón de Fallmerayer, su brazo estrechó con más fuerza los hombros de la mujer, sintiendo a través de la tela áspera y empapada del abrigo la dócil complacencia del cuerpo. Por un momento le pareció que la mujer se inclinaba sobre él, sí, que se estrechaba contra él, y, sin embargo, un instante después volvía a haber bastante distancia entre sus cuerpos. Su mano abandonó los hombros de ella, subió palpando sus húmedos cabellos, le acarició la oreja húmeda, rozó su rostro húmedo. y al instante siguiente ambos se quedaron parados a la vez, se volvieron el uno hacia el otro, se abrazaron, el abrigo se escurrió de los hombros de ella y cayó sordo y pesado sobre la tierra. Y así, en mitad de la lluvia y de la noche, pusieron el rostro del uno contra el rostro del otro, la boca contra la boca, y se besaron largamente.

Para él, el conde Walewski hacía tiempo que estaba muerto, había caído en el frente o había sido asesinado por soldados comunistas amotinados. La guerra tenía que durar eternamente. El servicio que Fallmerayer prestaba aquel lugar, en aquel puesto, debía ser eterno… Nunca más paz en la Tierra.

Tampoco se preocupaban por el futuro. Cuando iban a una sala de juego, era porque desbordaban de alegría. Podían permitirse perder dinero, y de hecho lo perdían, como para darle la razón al dicho según el cual quien tiene suerte en el amor pierde en el juego. Ambos se sentían afortunados perdiendo. Como si aún necesitaran de la superstición para estar seguros de su amor. Pero como todas las personas felices tenían tendencias a poner a prueba su felicidad para, una vez demostrada, acrecentarla en la medida de lo posible.

Las citas de los viernes: Viaje al encuentro con América

Viajemos en el tiempo y el espacio, una visita a la América que fue al momento del encuentro de ambos mundos, en la voz de testigos y protagonistas:

Cristóbal Colón. Los Cuatro viajes del Almirante.

Ellos andan todos desnudos como su madre los parió, y también las mujeres, aunque no vide más de una farto moza. Y todos los que yo vi eran todos mancebos, que ninguno vide de edad de mas de treinta años: muy bien hechos, de muy fermosos cuerpos y muy buenas caras: los cabellos gruesos cuasi como sedas de colas de caballos, e cortos: los cabellos traen por encima de las cejas, salvo unos pocos de tras que traen largos, que jamás cortan. Dellos se pintan de prieto, y ellos son de la color de los canarios, ni negros ni blancos, y dellos de lo que fallan, y dellos se pintan las caras, y dellos todo el cuerpo, y dellos solo los ojos, y dellos sólo el nariz. Ellos no traen armas ni las conocen, porque les amostré espadas y las tomaban por el filo y se cortaban con ignorancia. No tienen algún fierro: sus azagayas son unas varas sin fierro, y algunas de ellas tienen al cabo un diente de pece, y otras de otras cosas. Ellos todos a una mano son de buena estatura de grandeza y buenos gestos, bien hechos… ellos deben ser buenos servidores y de buen ingenio, qaue veo que muy presto dicen todo lo que les decía, y creo que ligeramente se harían cristianos; que me pareció que ninguna secta tenían. Yo, placiendo a nuestro Señor, llevaré de aquí al tiempo de mi partida seis a V. A. Para que deprendan fablar…

Esta gente dice el Almirante, es de la misma calidad y costumbre de los otros hallados, sin ninguna secta que yo conozca, ninguno oración, antes dicen la Salve y el Ave María, con las manos al cielo como le amuestran, y hacen la señal de la cruz. Toda la lengua también es una y todos amigos, y creo que sean todas estas islas y que tengan guerra con el Gran Can, a que ellos llaman Cavila y a la provincia Bafan. Y así andan también desnudos como los otros. Esto dice el Almirante…

Bernardino de Sahagún. Historia de las cosas de la Nueva España

Ahora se dice por muy cierto que la flota del Rey Salomón llegó al Perú y también a la Isla de Santo Domingo, a tomar oro para el edificio del Templo. Esto se ha sabido por la especulación del primero Libro de los Reyes, donde se habla de la flota de Salomón que vino por oro a estas partes.

Y desde que vimos tantas ciudades y villas pobladas en el agua, y en tierra firme otras grandes poblaciones, y aquella calzada tan derecha y por nivel cómo iba a México, nos quedamos admirados y decíamos que parecía a las cosas de encantamiento que se cuentan en el libro de Amadís… Algunos de nuestros soldados decían que si aquello que veían si era entre sueños, y no es de maravillar que yo escriba aquí de esta manera, porque hay mucho que ponderar en ello que no sé cómo lo cuente, ver cosas nunca oídas, ni vistas, ni aun soñadas, como veíamos.

Ahora se dice por muy cierto que la flota del Rey Salomón llegó al Perú y también a la Isla de Santo Domingo, a tomar oro para el edificio del Templo. Esto se ha sabido por la especulación del primero Libro de los Reyes, donde se habla de la flota de Salomón que vino por oro a estas partes.

Monarquía Indiana. Fray Juan de Torquemada.

Bien se pudiera decir, que de estas palabras, no todo se seguía, que el Mundo estuviese lleno de Gentes; pues para su cumplimiento, bastaba el crecer, y multiplicar, en muchas partes de él; si luego no se siguiera, y henchid la Tierra; porque en decir, que se hincha, da a entender, que no quiere que cosa de ella, esté vacía; porque no parezca, que falla obra ninguna de sus poderosas manos, que fuese superflua, y valdía. Y para satisfacer a esta duda, hemos de decir, que se pobló, como en realidad de verdad la vemos Poblada, y que pasaron a ella, por Mar, en Navíos grandes, o chicos, o Barcas, o otras cosas, que sirviesen para este pasage; porque no fuera posible de otra manera: pues no hallamos tierra pegada a esta, según esta cercada de ambos Mares, (conviene a saber) Norte, y Sur, y por la parte, que mas se avecina una Tierra, con otra, en algún Estrecho, tiene algunas Leguas el ancho del Agua, y aunque nadando pudiera pasar alguno (aunque esto, me parece también, peregrino, y raro) no al menos, una Familia, ni Quadrilla de Hombres, y Mugeres; y así hemos de decir, que en Navíos, Barcos, o Balsas, que de propósito, viniesen siguiendo este destino, o que por alguna fortuna haviesen a ella aportado. Y asi lo sientes Beroso, y Cornelio Tácito, tratando de los que han Poblado en Islas, y Tierras, que ha sido necesario, pasar Mar, para ir a ellas…

Como le parece a San Agustín, en los Libros de la Ciudad de Dios, que las llevarían de Tierra, en Tierra: como también aora se han traído de Castilla, algunas Aves, y otras cosas vivas, de que está la Tierra llena, y de esta, a la de España, llevado los Pabos de las Indias, y otros Pájaros. De los Animales bravos, se puede dar raçón, aunque por ser bravos, y fieros, y que espantan a los Hombres, no se persuadiere alguno, a que huvo quien los pasase, por Embarcación, y Navío, podrá aprovecharse de lo que á esta duda, responde el Abulense, en el Cap. 7 sobre el Génesis, favoreciéndole del Glorioso San Agustín, para responder, diciendo: que como, los Ángeles, los trageron al Arca, para que en ella se salvasen, y no pereciesen, de todo punto: de esa misma manera, los pasarían diversas partidas del Mundo, para que allí se conservasen, y aumentasen; y no dijera esta raçón a buen Entendimiento, antes es conforme a ella; pues no es tan sabrosa la compañía de una Bestia fiera, que obligue a un Hombre, a que la desee, antes huie de ella, como de Enemigo…

Fuerça es, que no aviendo noticia de los Antiguos Moradores, y Naturales de esta Tierra, qué Gente sea, ni de qué Familia alla venido, ni en nuestra España, aia tal noticia de ninguno de los Escritores, que andemos, a ojos cerrados, dando bueltas y rodeando la verdad, y por ventura, no llamando a su Puerta en mucho tiempo; y así me parece, que debieron de ser de alguna Gente Antiquísima, de aquella, que se repartió, y dividió, luego después de el Diluvio; porque a ser de tiempos mas Modernos, pienso que fuera mui posible, que huviera, quien tratara de ella: que no es de creer, que si en los tiempos, que ellos pasaron, huviera Historiadores, dejaran de echarlos menos en algún Reino, o Provincia, u ellos supieran dar raçón de si mismos: la qual, no hallamos, aunque la tenemos de los Más Modernos (como en sus Lugares, è Historias se dirá.) Verdad es, que ha avido, quien diga, que son Judíos, de aquellos Tribus, que se perdieron, y que puede creerse, por parecerse en algo a los Hebreos. Esta opinión, ha sido de algunos, que pensaron ser, de los diez Tribus de Israel, que Salmansar, Rei de los Asirios, Cautivó, y Transmigró en tiempo de Osseas, Rei de Israel, y de Exequias, Rei de Jerusalén, como se cuenta en el Quarto de los Reies, que puede aver dos mil y docientos años, poco más, o menos, que fueron llevados Cautivos a Asiria… — expone a continuación cinco razones que proponen quienes defienden esta teoría, mismas que posteriormente refuta —… Estas raçones referidas, hallé en un Papel, donde estaban escritas unas clausulas de Testamento de don Frai Bartolomé de las Casas, Obispo que fue de Chiapa; y por esto, y por ser un mismo lenguaje, el uno que el otro, y el mismo estilo, que en todos sus escritos guardó, me parece que es suia la opinión; y si lo es, digo, que salva su mucha autoridad, y sabiduría: no me persuado a que estos Indios sean de aquellos Tribus que se refiere; porque dado caso, que el quarto Libro de Esdras ande impreso, juntamente con los otros Libros Canónicos, no es rescibido de nuestra Madre la Iglesia pro tal, aunque le admite, como a cosa buena; y así es tenido por Apócrifo, e incierto, dudando, en si es suyo, o no, y esto declara más Nicolao deLyra en el tercero, que dicen ser también suio pareciéndole que si lo fuera, no refiriera en él, lo que tiene dicho en los dos primeros, que están recibidos por Canónicos, y por verdaderamente suios; y así lo dice en el primer Capítulo de aquel Libro: por lo qual digo, como ai duda en el Libro, la puede aver también, en si hicieron aquellos diez Tribus, que se quedaron en Babilonia, la Jornada que allí se refiere. Aiuda a este parecer, el dicho del Gloriosisimo Padre San Jerónimo, que dice, hasta oi sirven al Rei de Persia, y nunca se les ha acabado su Cautiverio, y sobre Ezechiel dice, hasta oi están Cautivos, y detenidos los diez Tribus de Israel, en las Ciudades de los Medos, y están repartidos por los Montes, como fueron llevados, y trasladados de sus Gentes; y lo mismo afirma sobre el Capítulo veinte y siete del mismo Libro, y sobre la exposición del Capítulo segundo de Zacarías. De esta misma sentencia, y parecer son Ruperto, y Nicolao de Lyra, dice ribera en el Capítulo primero de Osseas, que es quasi común esta opinión de los Doctores, así Hebreos, como Latinos…

Antonio de Ciudad Real

Aquel mesmo día que el padre comisario general llegó a la provincia y guardianía de Cinquinala, o un día antes que fue a trece o a catorce de julio, andando el provincial de México ejercitando su oficio, con la autoridad de la Audiencia y favor del virrey, llegó al valle de Toluca con tres o cuatro frailes, a una visita del convento de Calimaya, y porque comenzó a llover; tronar y relampaguear, lleno de miedo y temor se recogió con los dichos frailes a una ermita por librarse del agua, y estando allí todos juntos, alrededor del provincial que estaba sentado en una silla, cayó un rayo y dio en la pared de la ermita, con que todos cayeron en tierra sin sentido ( excepto el provincial, que por estar sentado no cayó) — Fray Alonso de Ponce —, y estuvieron como media hora, pero volvieron en sí y el uno de ellos se halló sin la vista de un ojo, que aunque le tiene claro no ve con él cosa ninguna; los demás quedaron molidos y atormentados y el provincial no se pudo tener en los pies en gran rato. Todo esto se supo después de boca del mesmo fraile que había perdido la vista, y no carece de misterio este caso a tal sazón y en tal tiempo; parece que el Señor quería por esta vía y con esta muestra y señal de su ira e indignación, apartar al provincial de aquel mal camino que había tomado y llevado, pero él se hizo sordo a este toque y llamamiento, como a otros muchos que adelante se verán…

Benavente, Motolinía

El que enseña al hombre la ciencia, ese mismo proveyó y dio a estos indios naturales grande ingenio y habilidad para aprender todas las ciencias, artes y oficios que les han enseñado, porque con todos han salido en tan breve tiempo, que en viendo los oficios que en Castilla están muchos años en los deprender, acá en sólo mirarlos y verlos hacer, han quedado muchos maestros. Tienen el entendimiento vivo, recogido y sosegado, no orgulloso y derramado como otras naciones… Deprendieron a leer brevemente así en romance como en latín, y de tirado y letra de mano. Apenas hay carta que en su lengua de muchas que unos a otros se escriben, que, como los mensajeros son baratos, andan bien espesas; todos las saben leer, hasta los que ha poco se comenzaron a enseñar… Escribir se enseñaron en breve tiempo, porque en pocos días que escriben luego contrahacen la materia que les dan sus maestros, y si el maestro los muda otra forma de escribir, como es cosa muy común que diversos hombres hacen diversas formas de letras, luego ellos también mudan la letra y la hacen de la forma que les da su maestro…

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