Las citas de los viernes: El hombre que amaba los perros, de Leonardo Padura, Ed.Tusquets

El hombre que amaba los perros marca un hito en la literatura biográfica e histórica; una revisión sobre Cuba, la muerte de Trotsky y los años duros del estalinismo, la guerra civil española y el cardenismo. Ahora volvamos sobre sus momentos estelares:

En los primeros días de septiembre, cuando el huracán Iván, cargado ya de su máxima potencia, terminaba de cruzar el Atlántico y se acercaba a la isla de Granada, Ana tuvo un inesperado período de lucidez y un imprevisible alivio en sus dolores. Como por decisión suya habíamos rechazado el ingreso en el hospital, una vecina enfermera y nuestro amigo Frank se habían encargado de suministrarle los sueros y las dosis de morfina que la mantenían en un sobresaltado letargo. Al ver aquella reacción, Frank me advirtió que ése era el epílogo y me recomendó darle a la enferma solo los alimentos que ella pidiera, sin insistir con sueros y, siempre que no se quejara de dolores, suspenderle las drogas para así regalarle unos días finales de inteligencia. Entonces, como si su vida hubiese regresado a la normalidad, una Ana con varios huesos quebrados y los ojos muy abiertos volvió a interesarse por el mundo que la rodeaba. Con el televisor y la radio encendidos, fijó su atención, de manera obsesiva, en el rumbo del huracán que había. iniciado su danza mortífera arrasando la isla de Granada, donde había dejado más de veinte muertos. En varias ocasiones, a lo largo de aquellos días, mi mujer me hizo una disertación sobre las características del ciclón, uno de los más fuertes que recordara la crónica meteorológica, y achacó su poder exagerado al cambio climático que estaba sufriendo el planeta, una mutación de la naturaleza que podría acabar con la especie humana si no se tomaban las medidas necesarias, me dijo, con todo su convencimiento. Comprobar que mi mujer moribunda pensaba en el futuro de los demás fue un dolor adicional a los que ya me colmaban.

Cuando me senté dentro del Pontiac a esperar la llegada de Daniel, supe que estaba al borde del desmayo y tuve el convencimiento de que si mi amigo no me sacaba del cementerio, yo habría sido incapaz de encontrar una salida hacia la vida…

Más de una vez Dany se ofreció también para venir a ayudarme con Ana, pero yo rechacé su gesto, pues entre las pocas cosas que repartidas siempre tocan a más, están el dolor y la miseria.

Capaz de comprender que, al fin y al cabo, una piedra es solo una piedra y que no se experimenta otra cosa que un simple contacto físico cuando el frío y el agotamiento devoran las fuerzas humanas y, en medio de un desierto helado, un hombre apenas armado con su fe encuentra un pedazo de roca y se lo lleva a los labios.

Apenas lo divisó, la mujer lo envolvió con su mirada verde, más fría que la noche de la sierra, y Ramón recordó que desde el día que se reencontraron, hacía más de un año, su madre no le daba uno de aquellos besos húmedos que, cuando era niño, solía depositar con precisión en la comisura de sus labios para que el sabor dulce de la saliva, con un persistente regusto de anís bajara hasta sus papilas y le provocara la agobiante necesidad de preservarlo en la boca el tiempo del que le concedía la acción de sus secreciones.

Ya había comenzado a crecer dentro de Caridad: el odio, un odio destructivo que la perseguiría para siempre y que no solo darla sentido a su propia vida, sino que alteraría hasta la devastación la de cada uno de sus hijos.

Luis sería el último de los hermanos, nació en 1923, poco antes de que se iniciara la dictadura de Primo de Rivera y en medio de la tregua que Caridad quebraría un año después: porque el odio es una de las enfermedades más difíciles de curar, y ella se había hecho más adicta a la venganza que a la propia heroína.

(solo un comunista puede tener más hambre y menos dinero que un anarquista, aseguraba Caridad)

Liev Davidovich recordó que varios años atrás había escrito que a Tolstói la historia lo había vencido, pero sin quebrarlo…

Pero Maiakovski, obligándose a ser un creyente, se había callado y por eso terminó quebrado. Le faltó valor para ir al exilio cuando otros lo hicieron; para dejar de escribir cuando otros partieron sus plumas. Se empeñó en ofrecer su poesía a la participación política y sacrificó su Arte y su propio espíritu con ese gesto: se forzó tanto por ser un militan te ejemplar que tuvo que suicidarse para volver a ser poeta…

La provisionalidad con que se acomodaron en aquel refugio se advertía en la ausencia de objetos de destinados a embellecerlo; ni siquiera había un simple rosal en el jardín: “Plantar una sola semilla en la tierra sería como reconocer una derrota”, había advertido Liev Davidovich a su mujer, pues aún tenia la mente puesta en los centros de la lucha a los cuales, más pronto que tarde, pensaba que lograría acceder…

El desterrado trató de matizar aquella grandeza histórica, recordándole a su partidario que, a excepción del dolor de espalda, no tenía nada tras de sí…

Por primera vez, desde el triunfo de Octubre, debieron haberse preguntado (¿alguna vez nos lo preguntamos?, le confesarla a Natalia Sedova) si era justo establecer el socialismo en contra o al margen de la voluntad mayoritaria.

Faltaba una hora para que cayera el sol, pero, como ya iba siendo habitual en mi vida, yo no tenia prisas ni expectativas. Más bien casi no tenía nada: y casi sin casi…

En el mes de marzo, con la playa prácticamente desierta, la promesa de aquella visión me provocaba cierto sosiego, un estado de cercanía la equilibrio que me reconfortaba y todavía me permitía pensar en la existencia palpable de una pequeña felicidad, hecha a la medida de mis también disminuidas ambiciones…

Aquel día, además, supe con exactitud lo que era sentir Miedo, así, un miedo con mayúsculas, real, invasivo, omnipotente y ubicuo, mucho más devastador que el temor al dolor físico o a lo desconocido que todo hemos sufrido alguna vez. Porque ese día lo que en realidad sucedió fue que me jodieron para el resto de mi vida pues además de agradecido y preñado de miedo, me marché de allí profundamente convencido de que mi cuento nunca debió haber sido escrito, que es lo peor que pueden hacerle pensar a un escritor…

Ramón añoraría siempre aquellos tiempos en los que, como nunca en la historia de España, se había amado tanto, con tanta ansiedad, como si se viviera una orgía de pasiones física e intelectuales…

En el mitin, Ramón oyó el discurso de José Díaz, el secretario general, y vio por primera vez a una mujer exaltada y dramática, que parecía ella misma una manifestación: Dolores Ibárruri, a la que el mundo conocería como Pasionaria…

Liev Trotski sería la medida capaz de justificar todas las represiones, de fundamentar las expulsiones de críticos e

Unas semanas después, cuando se vivía el momento más crítico de la guerra y habia llegado la salvadora de decisión soviética de brindar ayuda militar a la República la noticia, jubilosamente recibida había dado un espaldarazo a1 Partid o y a sus militantes, arrinconados durante las primeras semanas ante una marea anarquista en pleno disfrute del mejor verano de su historia…

La Revolución que de formas diferentes, pero con la misma pasión, soñamos tú y yo, y soñó Lenin y tantos hombres que Stalin está aniquilando y aniquilará en el futuro. Y estoy seguro de que entre los sacrificados en el matadero estalinista estará Bujarin, que tuvo tanto miedo que prefirió la certeza de la muerte al riesgo de tener que mostrar valor para vivir cada día …

Confunden la ideología con el misticismo y no son más que máquinas andantes, peor aún, son fanáticos. Aquí se hacen los duros, pero tendrías que verlos cuando los llaman desde Moscú… Najui. Se cagan. No los mires como a un ejemplo, no quieras ser como ellos. Tú pu edes ser mucho más…

Por la mañana pasó más tiempo de lo habitual con los conejos, pues nada más verlos comprobó cuán abandonados los había tenido desde que el mismo doctor que le cambiara las drogas le recomendó reposo en en vista de su elevada presión sanguínea. Él había tratado de explicarle que estar con los conejos y con Azteca, lejos de fatigarlo le reconfortaba, pero el médico insistió en que no hiciera esfuerzos físicos e incluso le prohibió que escribiera. El cabrón debe de ser de la GPU,había pensado…

Había comprobado que, como solía ocurrir mientras los partidos de derecha tenían muy claros sus propósitos, los de la izquierda andaban enfrascados en las más desgarradoras controversias…

Lo más terrible era saber que aquellas limpiezas habían afectado a toda la sociedad soviética. Como cabía esperar en un Estado de terror vertical y horizontal, la participación de las masas en la depuración habría contribuido a su difusión geométrica: porque no era posible emprender una cacería como la vivida en la URSS sin exacerbar los instintos más bajos de las gentes y sobre todo, sin que cada persona sufriera el terror a caer en en sus redes, por cualquier motivo, incluso sin motivos. El terror había generado el efecto de estimular la envidia y la venganza, había creado una atmósfera de histeria colectiva y, peor aún, de indiferencia ante el destino de los demás. La depuración se alimentaba de sí misma y, una vez desatada, liberaba fuerzas infernales que la obligaban a seguir hacia delante y a crecer…

Grigoriev trabajaría sin preocuparse por efectos colaterales tales como una posible crisis con el gobierno del imbécil d Cárdenas, pues llegado el caso lo harían tragarse la prepotencia con que se comportó cuando él había protestado por el asilo concedido al renegado. Países más consolidados, como Francia, Noruega o Dinamarca, habían caído de rodillas cuando se atrevieron a desafiarlo y él se había visto obligado a apretar ciertos tornillos…

Así habían empezado sus visitas, por lo general los sábados en la tarde, y de los libros de texto pasamos a las novelas que le fui sugiriendo y con las cuales comenzó a llenar su enciclopédica incultura…

-La guerra es una mierda – soltó el hombre, casi con furia-. En la guerra o matas o te matan. Pero yo he visto lo peor de los seres humanos, sobre todo fuera de la guerra. Tú no puedes imaginarte de lo que es capaz un hombre, de lo que pueden hacer el odio y el rencor cuando los han alimentado bien…

Los jóvenes hijos de Konrad habían llorado al verlos salir como parias, tras haber compartido con ellos un año de sus vidas durante el cual habían incorporado un nuevo miembro a la familia (Erwin Wolf y Jorkis, una de las hijas de Knudsen, se habían casado), la predilección por el café y, como lo demostraba aquel instante, la noción de que la verdad no siempre triunfa en el mundo…

-¿Qué es un nombre, Jacques? ¿O ahora eres Ramón ?… Esos perros que a ti te gusta n tanto tienen nombre ¿y qué? Siguen siendo perros. Ayer fui Grigoriev, antes era Kotov, ahorra soy Tom aquí y Roberts en Nueva York. ¿Sabes cómo me dicen en la Lubyanka?… Leonid Alexándrovich. Me puse ese nombre para que no supieran el mío, porque se iban a dar cuenta de que soy judío, y los judíos no gustamos a mucha gente en Rusia… Soy el mismo y soy diferente en cada momento. Soy todos y soy ninguno, porque soy uno más, pequeñísimo, en la lucha por un sueño. Una persona y un nombre no son nada…

Ya la guerra a muerte no era contra la oposición, sino con la historia…

Liev Davídovich estaba seguro de que cuando Luis XIV afirmó “L’État c’est moi”, estaba enunciando una fórmula casi liberal en comparación con las realidades del régim en de Stalin. El Estado totalitario implantado por él había ido mucho más allá del cesaropapismo y por eso el Secretario General podía decir, con toda justicia «La societé c’est moi»…

A veces ni yo mismo sabía dónde conseguía medicinas e instrumental para mantener abiertas las puertas del consultorio, justo en días en que hasta las aspirinas habían desaparecido de la isla y cuando en la Escuela de Veterinaria recomendaban curar las enfermedades de la piel con fomentos de manzanilla o escoba-amarga y los problemas intestinales con sobaduras y la oración de san Luis Beltrán…

-Esto es basura, Jacson – y cruzó con su lápiz la cuartilla, de derecha a izquierda, de izquierda a derecha. En ese instante Ramón Mercader sintió que su víctima le había dado la orden. Levantó el brazo derecho, lo llevó hasta más atrás de su cabeza, apretó con fuerza el mango recortado y cerró los ojos . No pudo ver, en el último momento, que el condenado, con las cuartillas tachadas en la mano,volvía la cabeza y tenía el tiempo justo de descubrir a Jacques Mornard mientras éste bajaba con toda su fuerza un piolet que buscaba el centro de su cráneo. El grito ee espanto y dolor removió los cimientos de la fortaleza inútil de la avenida Viena…

Aquella noche de jolgorio, mientras Diego, Natalia, los amigos sumados al paseo y los secretarios entraban al edificio donde se hallaba uno de los murales de Rivera, él se hizo el demoradizo y, sin que mediaran palabras,detuvo a Frida contra la fachada y la besó en los labio s mientras, entre respiro y respiro, le repetía cuánto la deseaba. Con total conciencia, en ese momento Liev Davídovich se estaba lanzan do al pozo de una locura y poniendo en peligro todo lo trascendente de su vida: pero lo hizo feliz, orgulloso, temerario y sin el menor sentimiento de culpa, se diría después, convencido de que, al fin y al cabo, había valido la pena haber gastado en aquella orgía de los sentidos lo mejores cartuchos de las últimas reservas de su virilidad…

(en el Café de Flore, Jacques le mostró a una arrobada Sylvia la mesa alrededor de la cual bebían y discutían Jean-Paul Sartre, Albert Camus, Simone de Beauvoir y otros de los jóvenes que se hacían llamar existencialistas; en el Gemy’s Club la hizo escuchar a Édith Piaf a dos mesas de Maurice Chevalier)…

¿Qué sensaciones lo acompañaron cuando vio levantarse sobre la linea del horizonte la silueta de la interrogación más absoluta? Observó aquel mar de una transparencia refulgente, capaz de herir las pupilas, y seguramente pensó que, a diferencia de Hernán Cortés, lanzado sobre aquella tierra ignota en busca de gloria y poder, él, si acaso, podía aspirar a encontrar allí un punto de apoyo para los días finales de su existencia y la grotesca posibilidad de reivindicar un pasado donde ya había alcanzado y agotado su cuota de gloria y poder, de furia y esperanzas…

Ser trabajador, militante, miliciano o soldado de la República se había convertido en un signo de distinción y se podía pensar que las clases adineradas que, como su propia familia, habían adornado durante décadas la geografía del lugar, hubieran desaparecido de la faz de aquella tierra en ebullición donde la gente se saludaba con el puño en alto, cruzaba consignas y se preparaba para el sacrificio, convencida de que había que luchar por una dignidad humana que muchos recién habían descubierto…

Aquella noche,empujado por el alcohol que en esta ocasión se había permitido Ramón pensó que a pesar de los encierros, los silencios, las decepciones, y hasta el miedo y la obsesión por micrófonos reales e imaginarios, valía la pena vivir. Eitingon era la demostración exultante de aquella certeza. Su cinismo, a prueba de golpe y años de cárcel, resultaba Salvador y paradigmático. ¿Y no era él tan cínico como su mentor? Pensó que el hecho de haber creído y luchad o por la mayor utopía jamás concebida encierra necesarias dosis de sacrificios. Él, Ramón Mercader, había ido uno de los arrastrados por los ríos subterráneos de aquella lucha desproporcionada y no valía la pena evadir responsabilidades ni intentar descargar sus culpas en engaños y manipulaciones: él encarnaba uno de los frutos podridos que se cultivan incluso en las mejores cosechas, y si bien era cierto que otros le habían abierto las puertas, él había atravesado, gustoso, el umbral del infierno, convencido de que debía existir la morada de las tinieblas para que hubiese un mundo de luz…

Entonces me aferré a lo esencial que me ofrecía aquel escape y me esforcé en creer en lo que importaba creer. Y no lo conseguí: no me importaba ni el más allá ni la salvación de mi alma inmortal. Tampoco el más acá ni las manipulables promesas de un futuro mejor a costa de un presente peor. Hubiera preferido otras compensaciones…

-¿Sabes por qué? Porque en el fondo somos unos cínicos, como Orlov. Pero, sobre todo, somos unos cobardes. Siempre hemos tenido miedo y lo que nos ha movido no es la fe, como nos decíamos todos los días, sino el miedo.Por miedo muchos se callaron la boca, qué remedio les quedaba, pero nosotros, Ramón, fuimos más allá, aplastamos gentes, matamos incluso…, porque creíamos pero también por miedo -dijo y, para asombro de Ramón, sonrió-…

Las citas de los viernes: Cubantropía de Iván de la Nuez. Ed. Periférica

Para arrancar el fin de semana, las perlas de esta joya post caribeña y universal, un reclamo a nuestra atención. Que ustedes las disfruten, de Cubantropía de Iván de la Nuez, Ed. Periférica

Enemigo. Para eso, nada mejor que reforzar la conexión entre Identidad Nacional y Antimperialismo. O resucitar, en el mundo postsoviético, el halo primigenio de una revolución que alguna vez había sido joven, original y también -no sobra recordarlo a las almas coloniales- occidental.

¿Cuál fue el argumento para justificar la persistencia del mismo régimen, en compañía de China, Corea del Norte o Vietnam? Precisamente, esa historia excepcional con indicios suficientes demostrar que para el país nunca había sido un satélite más de la galaxia soviética.

;Algo qué hacer entre las líneas duras que se levantaban, irreconciliables, a cada lado de la corriente del Golfo? A través de todos sus ensayos, ése es el territorio que escudriña este libro. Esa zona que no encontraremos en los anales de las Grandes Causas, sino en los ámbitos casi domésticos de las pequeñas consecuencias. Esas escalas en las que la cultura cumple modestamente su cometido y pone a los poderes oficiales -en cual- quiera de sus esquinas- bajo sospecha.

Pese a todo, la entrada en escena de la generación del babyboom desatado por esa propia Revolución fue inevitable. «Los hijos de la Utopía», como les llamó Osvaldo Sánchez, los únicos que sólo habían conocido, en exclusiva, la experiencia socialista. Ellos no serían, como predijo Alejo Carpentier de su generación en los años 30, «los clásicos de un mundo nuevo», pero sí fueron la máxima demostración del envejecimiento del modelo cubano.

Tal vez fuera demasiado pronto para abandonar el socialismo, pero demasiado tarde para regresar a la Revolución.

Pero yo sigo pensando el ensayo en su aserción teatral, como una aproximación previa e imperfecta a una realidad que no está constituida del todo. (No es todavía la función real.)

Todo eso se puso en juego en aquel arte que se cruzó con el desplome del comunismo en Europa del Este y del Sandinismo en Centroamérica, con el apogeo de la Nueva Derecha en Estados Unidos y el envejecimiento de la Nueva Izquierda en Cuba.

La nueva burocracia de la perestroika -que había heredado este tour de la antigua burocracia estalinista, no sabía qué hacer con aquella delegación, armada y acompañada por nuestra burocracia tropical. Había llegado para ellos el momento de girar hacia Occidente – aunque de allí veníamos precisamente nosotros!, y aquél avión cargado de cubanos era una nave fantasma procedente de un mundo cuyo tiempo ya empezaba a conjugarse en alguna forma del pretérito.

Esta nueva forma de surveillance ha sido Thiel, un artista que sufrió la represión de la antigua RDA, pero que no ha perdido el olfato (en este caso el ojo) para detectar las más sutiles represiones del capitalismo, y que suele responderme airado cuando lo clasifico como un poscomunista.

Para cualquier hijo de la Guerra Fría, avanzar por Berlín significa cumplir una revancha. Por que, al final, un sujeto nacido en (y para) el comunismo es comparable a un Trabant. Obligado a practicar el tuning y avituallarse con piezas occidentales -dólares y euros en el paquete- con talde alargar su travesía en el capitalismo. Para este sujeto del poscomunismo, Berlín es la metáfora del futuro que una vez fue prometido. Un futuro fugaz, hay que reconocerlo, con el éxtasis adicional sólo alcanzan las ciudades en transición.

Y es que, como dice un personaje delirante de Paul Auster, «una vez que pruebas el sabor del futuro, ya no hay forma de volver atrás».i

El Muro ha caído hacia los dos lados. Y la democracia que hoy habitamos -esta democracia liberal y menguante- será quizá una condición necesaria, pero no suficiente, para ese futuro que las ingenierías sociológicas -Francis Fukuyama y su fin de la historia, sin ir más lejos- previeron como una panoplia cercana al mundo feliz de Aldous Huxley.

A ambos lados, se ha percibido de manera muy diferente lo que significa una utopía: para muchos de esos intelectuales -John Reed, Jean – Paul Sartre, Noam Chomsky-, el comunismo fue durante gran parte de su vida el paraíso buscado. Para mucha gente del Este, en cambio, ha sido el paraíso perdido. Para unos era un sueño, para
otros, una pesadilla. Para los occidentales, su fantasía se situaba como una alternativa al individualismo; para los que vivían bajo los estados comunistas, el problema era, precisamente, la asfixia de la individualidad.

Su idea de que el capitalismo somete por adicción, como el narcotráfico contemporáneo, dado que su estrategia no radica en «encontrar productores y duplicar sus fuerzas, sino en descubrir consumidores, excitar sus apetitos y crearles necesidades ficticias»; o por su crítica a los que invocan a la revolución siempre que esto no les lleve a romper del todo con sus intelectuales patrones.

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La lista tonta de los jueves: Exilios

Continuando la visita al primer infierno creativo, el exilio, veintiún novelas para reflexionar sobre el desarraigo, la memoria y la esperanza

Antes que anochezca. Reinaldo Arenas. https://www.planetadelibros.com.mx/libro-antes-que-anochezca/146457


Las historias prohibidas de Marta Veneranda. Sonia Rivera-Valdés. https://www.txalaparta.eus/es/libros/las-historias-prohibidas-de-marta-veneranda


Luna latina en Manhattan. Jaime Manrique. http://www.scenicrights.com/es/projects/latin-moon-manhattan


Radio Ciudad Perdida. Daniel Alarcón. https://www.diariosigloxxi.com/texto-diario/mostrar/37374/radio-ciudad-perdida-daniel-alarcon


Purgatorio. Tomás Eloy Martínez. https://www.revistadelibros.com/articulos/purgatorio-de-tomas-eloy-martinez


La suma de los días. Isabel Allende. http://quelibroleo.com/la-suma-de-los-dias


Rumbo al sur, deseando el norte: un romance en dos lenguas. Ariel Dorfman. https://www.sevenstories.com/books/3471-rumbo-al-sur-deseando-el-norte


Maternidad imposible. Irene Vilar. https://www.culturamas.es/2013/02/05/maternidad-imposible-de-irene-vilar/


Verde Shanghai. Cristina Rivera Garza. https://www.letraslibres.com/mexico/libros/la-novela-despues-la-teoria


La gallina ciega. Max Aub. https://elpais.com/diario/1995/06/21/cultura/803685602_850215.html


Mi Marruecos, de Abdelá Taia. https://herder.com.mx/es/libros-books/mi-marruecos/abdela-taia/cabaret-voltaire


Me llevo la canción. Macu Tejera Osuna. https://www.anikaentrelibros.com/me-llevo-la-cancion


La guerra perdida. Jordi Soler. https://www.excelsior.com.mx/expresiones/la-guerra-perdida-de-jordi-soler-un-accidente-definitorio/1331063

Los restos del naufragio. V.V.A.A. https://www.pasajeslibros.com/libros/los-restos-del-naufragio/9788416148455/


La verdadera historia de la muerte de Francisco Franco. Max Aub. http://ru.ffyl.unam.mx/handle/10391/3111


El libro de las pruebas. John Banville. https://elplacerdelalectura.com/2014/12/el-libro-de-las-pruebas-de-john-banville.html


El caso Neruda. Roberto Ampuero. https://elplacerdelalectura.com/2009/08/el-caso-neruda-roberto-ampuero.html


En tierras bajas. Herta Müller. https://www.circulobellasartes.com/revistaminerva/articulo.php?id=445


Primavera con una esquina rota. Mario Benedetti. http://www.lehman.cuny.edu/ciberletras/v10/navarroalbaladejo.html


La novela de mi vida. Leonardo Padura. https://clavedelibros.com/la-novela-de-mi-vida-leonardo-padura/


El Santo Oficio de la Memoria. Mempo Giardinelli. https://elpais.com/diario/2004/05/12/cultura/1084312806_850215.html

El libro nuestro de cada martes: Cubantropía de Iván de la Nuez. Ed. Periférica

Pertenezco a una generación partida, rota en cierto sentido, aquella que vio caer el Muro de Berlín para presenciar cómo se desvanecían los sueños que habían animado a mis padres y a mis abuelos pero que no encontró en el mundo prometido toda la esperanza que se aguardaba; soy de lo que llamaron la generación X, como equis, como cualquier cosa; la misma que ahora, confundida y agobiada se da esperanzas en un mundo que, otra vez hay que reconstruir. Iván de la Nuez nos ofrece en «Cubantropía», editada por Ed. Periférica, una mirada desde dentro de la Isla de los cronopios o bien el infierno verde, como quiera que se deseara verlo; un viaje a aquellos años que causaron el mundo que ahora, tento nos cuesta entender.

Algo más sobre el libro: https://ipi-ufv.com/cubantropia/

Una conversación con Iván de la Nuez

Las citas de los viernes: El hombre que amaba los perros, de Leonardo Padura. Ed. Tusquets

En esta Navidad, las citas de los viernes recurre a una novela ejemplar, El hombre que amaba los perros de Leonardo Padura, en la edición de Tusquets. Disfrute de este descanso navideño, recordemos que no es la primera vez que nos sobreponemos a un mundo difícil y complicado.

El hombre que amaba los perros de Leonardo Padura. Ed. Tusquets

En los primeros días de septiembre, cuando el huracán Iván, cargado ya de su máxima potencia, terminaba de cruzar el Atlántico y se acercaba a la isla de Granada, Ana tuvo un inesperado período de lucidez y un imprevisible alivio en sus dolores. Como por decisión suya habíamos rechazado el ingreso en el hospital, una vecina enfermera y nuestro amigo Frank se habían encargado de suministrarle los sueros y las dosis de morfina que la mantenían en un sobresaltado letargo. Al ver aquella reacción, Frank me advirtió que ése era el epílogo y me recomendó darle a la enferma solo los alimentos que ella pidiera, sin insistir con sueros y, siempre que no se quejara de dolores, suspenderle las drogas para así regalarle unos días finales de inteligencia. Entonces, como si su vida hubiese regresado a la normalidad, una Ana con varios huesos quebrados y los ojos muy abiertos volvió a interesarse por el mundo que la rodeaba. Con el televisor y la radio encendidos, fijó su atención, de manera obsesiva, en el rumbo del huracán que había. iniciado su danza mortífera arrasando la isla de Granada, donde había dejado más de veinte muertos. En varias ocasiones, a lo largo de aquellos días, mi mujer me hizo una disertación sobre las características del ciclón, uno de los más fuertes que recordara la crónica meteorológica, y achacó su poder exagerado al cambio climático que estaba sufriendo el planeta, una mutación de la naturaleza que podría acabar con la especie humana si no se tomaban las medidas necesarias, me dijo, con todo su convencimiento. Comprobar que mi mujer moribunda pensaba en el futuro de los demás fue un dolor adicional a los que ya me colmaban.

Capaz de comprender que, al fin y al cabo, una piedra es solo una piedra y que no se experimenta otra cosa que un simple contacto físico cuando el frío y el agotamiento devoran las fuerzas humanas y, en medio de un desierto helado, un hombre apenas armado con su fe encuentra un pedazo de roca y se lo lleva a los labios.

Apenas lo divisó, la mujer lo envolvió con su mirada verde, más fría que la noche de la sierra, y Ramón recordó que desde el día que se reencontraron, hacía más de un año, su madre no le daba uno de aquellos besos húmedos que, cuando era niño, solía depositar con precisión en la comisura de sus labios para que el sabor dulce de la saliva, con un persistente regusto de anís bajara hasta sus papilas y le provocara la agobiante necesidad de preservarlo en la boca el tiempo del que le concedía la acción de sus secreciones.

Ya había comenzado a crecer dentro de Caridad: el odio, un odio destructivo que la perseguiría para siempre y que no solo darla sentido a su propia vida, sino que alteraría hasta la devastación la de cada uno de sus hijos.

Luis sería el último de los hermanos, nació en 1923, poco antes de que se iniciara la dictadura de Primo de Rivera y en medio de la tregua que Caridad quebraría un año después: porque el odio es una de las enfermedades más difíciles de curar, y ella se había hecho más adicta a la venganza que a la propia heroína.

Plantar una sola semilla en la tierra sería como reconocer una derrota

Liev Davidovich recordó que varios años atrás había escrito que a Tolstói la historia lo había vencido, pero sin quebrarlo… Pero Maiakovski, obligándose a ser un creyente, se había callado y por eso terminó quebrado. Le faltó valor para ir al exilio cuando otros lo hicieron; para dejar de escribir cuando otros partieron sus plumas. Se empeñó en ofrecer su poesía a la participación política y sacrificó su Arte y su propio espíritu con ese gesto: se forzó tanto por ser un militan te ejemplar que tuvo que suicidarse para volver a ser poeta…

Aquel día, además, supe con exactitud lo que era sentir Miedo, así, un miedo con mayúsculas, real, invasivo, omnipotente y ubicuo, mucho más devastador que el temor al dolor físico o a lo desconocido que todo hemos sufrido alguna vez. Porque ese día lo que en realidad sucedió fue que me jodieron para el resto de mi vida pues además de agradecido y preñado de miedo, me marché de allí profundamente convencido de que mi cuento nunca debió haber sido escrito, que es lo peor que pueden hacerle pensar a un escritor…

Ramón añoraría siempre aquellos tiempos en los que, como nunca en la historia de España, se había amado tanto, con tanta ansiedad, como si se viviera una orgía de pasiones física e intelectuales…

La Revolución que de formas diferentes, pero con la misma pasión, soñamos tú y yo, y soñó Lenin y tantos hombres que Stalin está aniquilando y aniquilará en el futuro. Y estoy seguro de que entre los sacrificados en el matadero estalinista estará Bujarin, que tuvo tanto miedo que prefirió la certeza de la muerte al riesgo de tener que mostrar valor para vivir cada día …

Lo más terrible era saber que aquellas limpiezas habían afectado a toda la sociedad soviética. Como cabía esperar en un Estado de terror vertical y horizontal, la participación de las masas en la depuración habría contribuido a su difusión geométrica: porque no era posible emprender una cacería como la vivida en la URSS sin exacerbar los instintos más bajos de las gentes y sobre todo, sin que cada persona sufriera el terror a caer en en sus redes, por cualquier motivo, incluso sin motivos. El terror había generado el efecto de estimular la envidia y la venganza, había creado una atmósfera de histeria colectiva y, peor aún, de indiferencia ante el destino de los demás. La depuración se alimentaba de sí misma y, una vez desatada, liberaba fuerzas infernales que la obligaban a seguir hacia delante y a crecer…

-¿Qué es un nombre, Jacques? ¿O ahora eres Ramón ?… Esos perros que a ti te gusta n tanto tienen nombre ¿y qué? Siguen siendo perros. Ayer fui Grigoriev, antes era Kotov, ahorra soy Tom aquí y Roberts en Nueva York. ¿Sabes cómo me dicen en la Lubyanka?… Leonid Alexándrovich. Me puse ese nombre para que no supieran el mío, porque se iban a dar cuenta de que soy judío, y los judíos no gustamos a mucha gente en Rusia… Soy el mismo y soy diferente en cada momento. Soy todos y soy ninguno, porque soy uno más, pequeñísimo, en la lucha por un sueño. Una persona y un nombre no son nada…

-Esto es basura, Jacson – y cruzó con su lápiz la cuartilla, de derecha a izquierda, de izquierda a derecha. En ese instante Ramón Mercader sintió que su víctima le había dado la orden. Levantó el brazo derecho, lo llevó hasta más atrás de su cabeza, apretó con fuerza el mango recortado y cerró los ojos . No pudo ver, en el último momento, que el condenado, con las cuartillas tachadas en la mano, volvía la cabeza y tenía el tiempo justo de descubrir a Jacques Mornard mientras éste bajaba con toda su fuerza un piolet que buscaba el centro de su cráneo. El grito de espanto y dolor removió los cimientos de la fortaleza inútil de la avenida Viena…

La lista tonta de los jueves. Derechos humanos

Hoy conmemoramos el día mundial de los derechos humanos. Jornada de lucha y reflexión, con la esperanza de que algún día sea un momento de celebración para todos. La lista tonta ofrece veinte novelas sobre derechos humanos . Ya se sabe, lo primero que se nota en una lista es lo que le falta.

Antes de que anochezca. Reinaldo Arenas. https://www.planetadelibros.com.mx/libro-antes-que-anochezca/146457

Ciudad de barro. Deborah Ellis. http://www.eltemplodelasmilpuertas.com/entrevista/deborah-ellis/181/

Las alas del sol. Jordi Sierra i Fabra. https://librotea.elpais.com/libros/las-alas-del-sol/

La aventura de Miguel Littín clandestino en Chile. Gabriel García Márquez. https://www.animalpolitico.com/lo-que-quiso-decir/las-aventuras-de-miguel-littin-clandestino-en-chile/

La broma. Milan Kundera. https://www.zendalibros.com/la-broma-milan-kundera/

La cueva del sol. Elias Khoury. https://elpais.com/diario/2009/08/01/babelia/1249083557_850215.html

Primavera con una esquina rota. Mario Benedetti. https://bibliotecamiguelcatalan.wordpress.com/club-de-lectura-leer-juntos/club-de-lectura-2013-4/primavera-con-una-esquina-rota-de-mario-benedetti/

Pedro y el capitán. Mario Benedetti. https://www.actualidadliteratura.com/pedro-y-el-capitan-uno-de-los-mejores-libros-que-jamas-se-ha-escrito/

Fahrenheit 451. Ray Bradbury. https://www.planetadelibros.com/libro-fahrenheit-451/298205

África en el corazón. M. Del Carmen de la Bandera. https://www.bambuamerica.com/libro/frica-en-el-corazn_80070417/

Un libro levemente odioso. Roque Dalton. https://www.oceansur.com/catalogo/titulos/un-libro-levemente-odioso

Jim en el espejo. Inger Edelfeldt. https://www.uv.es/capelo/Jim_en_el_espejo.html

El señor de las moscas. William Golding. http://mascultura.mx/el-senior-de-las-moscas-libro-william-golding/

Lobo negro, un skin. M. Hagerman. https://literaturamasuno.blogspot.com/2018/11/lobo-negro-un-skin-marie-hagemann.html

El pájaro amarillo. Myron Levoy. http://atrapado.tripod.com/diferentes.html

El Evangelio de Lucas Gavilán. Vicente Leñero. https://www.planetadelibros.com.mx/libro-el-evangelio-de-lucas-gavilan/155446

El beso de la mujer araña. Manuel Puig. http://www.laizquierdadiario.com/El-beso-de-la-mujer-arana-literatura-sexo-y-revolucion-en-Puig

Sin novedad en el frente. Erich María Remarque. https://magnet.xataka.com/en-diez-minutos/sin-novedad-en-el-frente-la-vida-del-soldado-en-la-primera-guerra-mundial

Tambores de cristal. M. Carme Roca. https://www.larepublicadelasletras.es/es/libros/tambores-de-cristal_0780890060

Retorno a la libertad. Carlos Villanes. http://cuentatelavida.blogspot.com/2010/09/retorno-la-libertad-de-carlos-villanes.html

Homenaje a los indios americanos. Ernesto Cardenal. https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=52025

En el Estudio de Eduardo Ruiz Healy, una charla con César Benedicto Callejas

Acompáñenos a la charla con Eduardo Ruiz Healy: literatura, sociedad, reflexión amable en este horario:

_*Grupo Formula_*

Sábado 28 de noviembre / 20

Transmisión y Cobertura Programa

_*”En el Estudio de Eduardo ”_*

Con César Callejas

Abogado y Escritor

_*20:00 a 21:00 hrs_*

_*Radio_*

970 AM y

la Cadena Nacional

103.3 FM

_*20:30 a 21:30 hrs_*

_*Telefórmula_*

Canal 354 de Dish,

157 de Sky

121 de IZZI,

85 de Cablecom ,

161 por TotalPlay y

153 de Megacable

En los Estados Unidos

Comcast- por Xfinity Latino

Spectrum – por Latino View.

Las citas de los viernes: Guerra de guerrillas de Marxitania Ortega, editorial Jus

Uno de los descubrimientos del año, las letras de Marxitania Ortega, que sin duda en años próximos dará todavía más que decir. Este libro de esperanza y desencuentro, de amor y de desamor, de glorias y remordimientos, nos traen de vuelta el sentimiento latinoamericano que somos tan propensos a extraviar. Aquí algunos de sus mejores momentos:

Guerra de guerrillas de Marxitania Ortega, Editorial Jus


Aún era temprano para regresar a Tolbiac, caminó por las calles más turísticas del barrio latino buscando un bar para matar el tiempo. Encontró un lugar de ambiente alegre. Una banda de jóvenes tocaba covers de rock clásico. Entró decidido. «Menos mal que no es jazz», pensó Antonio mientras se sentaba cerca de la barra. Había hecho grandes esfuerzos por entender el jazz, incluso se obligó a comprar y a escuchar atentamente a los grandes, sobre todo Charlie Parker, instigado más por El perseguidor, de Cortázar que por curiosidad propia, pero las notas se le escamaban al entendimiento. Podía entender y hasta disfrutar a melodía de “Summertime», pero en cuanto empezaban las improvisaciones que parecían gustarle a todo el mundo, Antonio comenzaba a sufrir. El jazz era para él ininteligible, un precipicio de notas que no tenían sentido, como los recuerdos que quedan al día siguiente de una borrachera. La verdad es que Cortázar tampoco era su escritor favorito. A él le gustaba el realismo, la literatura sin juegos, la prosa bien escrita de Ernest Hemingway y en cuanto a la música, lo suyo era la canción la música cantada, hablada, la que se entiende: José Alfredo Jiménez, Julio Jaramillo, la chanson française, Piaf, Aznavour.


Un sueño en blanco y negro que recordaba como si lo hubiese soñado anoche. Cesare Pavese caminaba hacia ella, despacio, vestido de gris. Cuando estuvo cerca le susurró al oído: «la ciudad más hermosa del mundo mide un milímetro por un milímetro y está en tu cabeza». Luego, le daba la espalda y recorría la misma calle por la que había venido hasta que se hacía chiquito en el horizonte. Sara sabía que había ido a matarse. Al despertar se sintió iluminada, el sueño había sido tan vívido que creyó que el fantasma del escritor había venido a consolarla y a evitar que se frustrara en una espera de casi diez años.


Cuando estuvo otra vez en el RER respiró aliviada. Se bajó en Saint-Michel. Pensó que conseguir habitación no sería fácil y que debería invertir en vivienda cien euros más de su ya de por sí insuficiente beca, aunque se restringiera en el resto de sus gastos. Caminó por el Quai Blanqui y cruzó el Pont Neuf hacia la Île de la Cité. Pensó en Michèle/Juliette Binoche y en su parche en el ojo y en la decadencia y en la desesperación. Vibró un poco para sacudirse la posibilidad de que cualquier pizca de fracaso se adhiriera a su piel y se dirigió a Notre Dame. Estaba llena de turistas. Le disgustó ser una más entre la masa de gente de todo el mundo que tomaba fotos de los pórticos y de los retablos, ella que conocía de memoria cada uno de los arquitectos que habían trabajado en las remodelaciones del proyecto.original, desde el lejanísimo año de 1160. Había pasado tardes enteras en


Un sueño en blanco y negro que recordaba como si lo hubiese soñado anoche. Cesare Pavese caminaba hacia ella, despacio, vestido de gris. Cuando estuvo cerca le susurró al oído: «la ciudad más hermosa del mundo mide un milímetro por un milímetro y está en tu cabeza». Luego, le daba la espalda y recorría la misma calle por la que había venido hasta que se hacía chiquito en el horizonte. Sara sabía que había ido a matarse. Al despertar se sintió iluminada, el sueño había sido tan vívido que creyó que el fantasma del escritor había venido a consolarla y a evitar que se frustrara en una espera de casi diez años.


Cuando estuvo otra vez en el RER respiró aliviada. Se bajó en Saint-Michel. Pensó que conseguir habitación no sería fácil y que debería invertir en vivienda cien euros más de su ya de por sí insuficiente beca, aunque se restringiera en el resto de sus gastos. Caminó por el Quai Blanqui y cruzó el Pont Neuf hacia la Île de la Cité. Pensó en Michèle/Juliette Binoche y en su parche en el ojo y en la decadencia y en la desesperación. Vibró un poco para sacudirse la posibilidad de que cualquier pizca de fracaso se adhiriera a su piel y se dirigió a Notre Dame. Estaba llena de turistas. Le disgustó ser una más entre la masa de gente de todo el mundo que tomaba fotos de los pórticos y de los retablos, ella que conocía de memoria cada uno de los arquitectos que habían trabajado en las remodelaciones del proyecto.original, desde el lejanísimo año de 1160. Había pasado tardes enteras en


El metro francés es viejo y lento. Los trenes cumplen con puntualidad su itinerario pero los trayectos son infinitos para el hombre que huye. Antonio recordó con angustioso detalle cuando fue a recoger a Lorena al penal femenil de Acapulco. Quería sorprenderla llevándole a sus hijas, pero las niñas no quisieron ir. La madre de Lorena, que nunca entendió bien las razones de la lucha de su hija y no sabía si en verdad era víctima de una injusticia, como decían sus compañeros, o si realmente merecía la cárcel, se había hecho cargo de sus nietas y había sembrado en ellas sus dudas. Las niñas anudaron el corazón para no extrañar a su madre durante el tiempo que estuvo presa y les iba a costar mucho trabajo desatarlo.


«Un compañero preso, el más joven, casi un niño», pensaba Antonio antes de que pudiera ver frente a él la cara hinchada de su amante. Cuando pudo verla, lloró. No era la primera vez que golpeaba a una mujer ni la primera que, en cada golpe, salían amalgamados un odio profundo y una satisfacción que después, cuando pasaba la furia, le parecía abominable.


En los jardines de Luxemburgo, sintió nostalgia de su soledad habanera, de cuando buscaba parques y rincones solitarios para reproducir, durante horas, en un cuaderno de papel revolución con un lápiz duro del no. 2, las texturas de los inmensos árboles tropicales y los volúmenes de las estatuas de los próceres de la Revolución. Aunque su lugar favorito, en realidad, era el panteón Colón; ahí se refugiaba entre las lápidas de la presencia humana, hasta que ya entrada la tarde, las sombras le empezaban a dar miedo. Luego revisaba sus trazos y cada una de las tareas que le habían dejado en la Escuela Elemental de Artes Plásticas. Lo más importante, había dicho el maestro, era soltar la mano.


Le bastaban unos minutos de atenta observación y una breve charla para encasillar a su interlocutor en alguno de los parámetros de luchador social que había construido durante los últimos años, Révolutionnaire, escribió un día con su pluma fuente en la primera hoja de una libreta de dibujo, y luego la fue llenando con diferentes versiones de una tabla que cada vez adquiría mayor complejidad. Así, Beatrice conservaba cierta tranquilidad sobre los fondos que arriesgaba con ellos, deduciendo a través de sus esquemas el futuro comportamiento de los guerrilleros, revolucionarios, militantes o jóvenes idealistas latinoamericanos que llegaban a ella. No es que pensara que sus modelos y sistematizaciones estaban libres de prejuicios y fantasías, pero así era su mente, tendía a la esquematización.


El mesero llegó atento y dispuesto a tomar la orden. Antonio pidió la clásica sopa de cebolla, un terrine de ternera y una copa de Bordeux. Brindó consigo mismo a la memoria del poeta y mientras comía la sopa humeante y batallaba con la cuchara para tomar la porción adecuada de queso gruyere gratinado, sintió lástima por los poetas alcohólicos que mueren en la miseria, y por los revolucionarios alcohólicos que quieren morir y no pueden.


Por un momento Antonio deseó que sus hijas pudieran disfrutar una de las más poderosas fantasías creadas por el perverso matrimonio del cristianismo y el capitalismo. A pesar de que Sara y Gabriela no eran las únicas en su entorno que no recibían regalos en Navidad, en parte porque la pobreza de algunos miembros de su familia impedían tales lujos, sí eran quizás las únicas que sabían que la existencia de Santa Claus, los Reyes Magos y demás seres regaladores, eran una invención beneficiosa sólo para los dueños del capitalismo. Antonio tampoco creyó nunca en semejantes artificios. Ni él ni ningún niño que él conociera. De no ser por los comerciales radiofónicos que ponían algún villancico con mensajes grabados de cantantes famosos y por las vacaciones escolares, la población rural mexicana no hubiera tenido conocimiento de las fantasías navideñas. Ni la nieve, ni los arbolitos, ni los muñecos de plástico, ni los regalos, ni el pavo, ni siquiera del pollo. Era una fiesta religiosa, la abuela de Antonio iba a la iglesia y eso era todo. Eso y


-Vete a casa, una niña como tú no debe andar viendo estas cosas Sara se indignó. Una niña mexicana como ella no debía ver a los viejos gordos aprovecharse de la pobreza, la ignorancia y la maldad de las madres de las niñas cubanas. įPor qué les daba pena la mirada de Sara y no les causaba ningún pudor besar a las jineteritas? ¿Qué ven los hombres en las mujeres que saben putas, ¿tienen cara de putas?, ¿cuerpo de putas?, ¿o sólo es la disposición de putas? Sara se indignó pero se salió de la alberca para irse. Fuera de la piscina miró el reflejo de su cuerpo en las puertas de cristal del hotel. Su cuerpo flaco, sin chichis, desculado, nada tenía que ver con las adolescentes cubanas, exuberantes.


-Además -decía tratando de convencer a Emilio- es diciembre. Los jardines estarán helados y grises. No habrá mucho que ver. Sara se sorprendió en Versailles. La belleza del lugar prevalecía en el invierno. Por única vez una idea reveladora apareció en su mente y sus firmes convicciones republicanas sucumbieron ante la belleza del Château. Hay que creerse divinidad para hacer algo de tal belleza. Las danzas de Lully ambientaban eficazmente los salones del palacio y Sara lloró en una ventana. “De tanto representar a Dioses he terminado creyendo que soy uno» recordó que dijo Farinelli, el castrato, en esa película de principios de los noventa. Los hombres, ante la repetición de los días, ante la vileza de la vida cotidiana, necesitan postular un principio poderoso que sea capaz de crear obras cuya magnificencia y belleza evoquen constantemente lo divino. De eso se tratan las monarquias,


Siempre quisiste vivir en París. Yo también. Ahora los dos vivimos aquí. Es pintoresco, dices. Y romántico. Vivimos en un ático, como Hemingway, te digo. Hemingway vivió en un ático? En un lugar miserable, te cuento. Como éste, respondes. Te miro con reproche. Este lugar es pequeño, pero no miserable. Tú también conoces la miseria, ésa, la que sólo se da en el tercer mundo, la miseria tropical.


Caminamos por París. Tu mano que sostengo es áspera y fuerte, es la mano de una enfermera que se va a la guerrilla. Me dices que mis manos son suaves, que parecen las manos de un intelectual. Te cuento que mi abuela me decía de niño que mis manos eran de alguien que se dedica a pensar. En la práctica, querida Mado, la palabra se empuña al mismo tiempo que el fusil, por eso ahora sólo quiero silencio. Calla. Callemos todos. Que callen todos los que caminan en París, como nosotros. Que no regañen las madres a los niños, que no griten, que nadie grite. Callemos. Para ver el futuro, Mado, o el pasado, o ambos.


Me cuentas la historia de los amantes que caminan hacia nosotros en el puente. Ella es una mujer negra, tiene una bella cabeza de micrófono. Él es francés, de Strasbourg, adivinas. Él la ama. Mira cómo le toma fotos. Seguramente son las mejores fotos que le tomarán en la vida, dices. Ella cruza un poco las piernas, levanta el mentón. Él dispara varias veces el obturador. Me cuentas entonces tu teoría de que la belleza del fotografiado sólo depende del amor del fotógrafo. Los fotogénicos son en realidad personas simpáticas que suelen agradar a los fotógrafos. Lamento no tener cámara , no puedo tomarte ni una foto. Me preocupo por la memoria. ¿Cómo te recordaré?


En la tortura, hablen, suéltenlo todo. Esa es la política de algunas organizaciones. Los etarras dicen eso, porque saben que la mayoría va a hablar. Nosotros, tercermundistas al fın, programamos mártires. No hablen, no delaten, no suelten, mueran. Mártires imposibles porque la mayoría habla, delata suelta. Y entre más pasan los días y las horas más amplio se y hace el espacio entre los minutos y los segundos y más duran los golpes y el tiempo de tortura y sólo puedes pedirle a tu cuerpo que aguante un poco más, sólo un poco más.


«No quiero una medalla, quiero que me devuelva a mi hijo.” Dicen que fue lo que dijo. El gobernador se comprometió ante el auditorio lleno de maestros. «Si tu hijo es inocente, saldrá libre», dijo públicamente. «Si no es inocente, que se vaya del país, porque si lo agarran otra vez, lo matan», le dijo a mi madre al oído. Mi madre me dio la vida dos veces.

Las citas de los viernes: Cuba en bicicleta de Gabriel Pernau

Cuba en Bicicleta de Gabriel Pernau es una bocanada de aire fresco, una visita a Cuba, cubierta de cabo a rabo como diría García Márquez, rodando entre la gente y entre su alegría de vivir en el momento más difícil del «Periodo especial», lejana a concepciones prejuiciadas, a clichés o poses, este paseo nos trae lo mejor de los seres humanos. Editada por Ediciones B, esta crónica de viaje es mucho más que eso, es la alegría de viajar condensada en palabras.

Cuba en bicicleta de Gabriel Pernau. Ediciones B.


Ha dado unos dólares a un hombre para que le compre maría, y no ha vuelto. El ambiente es distendido entre los pasajeros del DC-10 con destino a La Habana que tuvo que aterrizar en Santiago por culpa del huracán. La gente ha dormido bien -afortunados ellos-, y el escenario acompaña. «Tu lus parese una estrella en el sielo…», «tu grasia al caminar…», canta la banda. Ay…, que nos pondremos tiernos. Qué calidez, qué dulzura… Dos horas aquí parecen suficientes para descargar todo el estrés acumulado en un año largo que se resistía a ceder paso a las vacaciones. Y ahora, en cambio… Miras fuera, hacia la calle, y ves este ritmo, esta reposada forma de caminar de la gente, sus miradas dulces sin la urgencia del tiempo, el ciclista que pasa con una maleta atada en el portabultos, el sidecar que carga un televisor, el Plymouth con los cristales rotos sotenidas con cordeles, los cargamentos humanos que acarrean los camiones… Sentarse, ver pasar el tiempo y la gente. Los grandes momentos de un viaje son, a menudo, los que menos te esperas. «Viene de Cuba, viene del Caribe..», cantan ahora los músicos de zapatos blancos, en momento en que un espontáneo sale a bailar al ritmo de los bongos. Esta alegría es pegadiza. Me pregunto cómo se puede vivir tan bien viviendo tan mal como viven ellos. Y viceversa, cómo puede ser que a veces vivamos tan mal en países donde se vive tan bien.


Me quedo un rato a la sombra, observando a las pocas personas que, de vez en cuando, pasan por aquí. Creía que eso del ritmo caribeño era una forma de bailar, pero ahora descubro que es mucho más, casi una filosofía, una forma de vida. Diría que los cubanos, cuando tienen que ir a algún sitio, no caminan, sino que se limitan a mover sinuosamente las piernas -primero una, luego la otra- seguramente con la esperanza de que el lugar al que se dirigen acuda a ellos. Se lo toman todo con filosofía. «No se apure», me han dicho más de una vez para advertirme de que no me dé prisa. Ellos no lo hacen. Es raro ver a alguien correr. Van haciendo, a su ritmo, pero hacen. Y mira, si no, la playa o la carretera, que ya están casi limpias tres días después del paso de Georges.“Su diseño y consistencia del sonido me cautivaron al instante”.


La mujer de la casa se llama Eneyda, y es encantadora. Me recibe con los brazos abiertos -¿Qué tal, Gabriel, cómo estás?»-, como si fuéramos amigos de toda la vida. Subo las bolsas a la habitación y corro al cuarto de baño a refrescarme. Mientras estoy bajo la ducha, oigo a una mujer que pasa por la calle implorar a un hombre: «Mi amor, dime algo, aunque sea mentira.» Cuánto sentido del humor y qué ternura, sólo en una frase.“Absolutamente impresionante. No se puede decir nada más de esta gente”.


No lo debo hacer del todo bien, sin embargo. A los peninsulares se nos reconoce de lejos porque pronun- ciamos las consonantes de forma dura. Hacemos las erres muy erres. A ellos les parece horrorosa nuestra forma de decir Ricardo Gutiérrez Ramírez. Quizá por eso dicen Licaldo Gutiélez Lamílez. Hablan más dulce que nosotros, hay que reconocerlo. Se columpian en las palabras, apoyándose en las vocales y rebotando en las consonantes sólo para tomar aire y suspirar: «Aamiiigoo, compaaаy…»“¡No hay nada en mi estudio con una calidad del sonido tan increíble!”


No difiere mucho de este diagnóstico un historiador de la ciudad, quien dice que el tiempo entre mediados del siglo XVIII y la Revolución es para Trinidad sus «cien años de soledad».“Su diseño y consistencia del sonido me cautivaron al instante”.


Unos pasos más allá, un niño descalzo me pide «una peseta». No quiere una rubia española sino una moneda, cualquiera, ya sea de peso como, preferiblemente, de dólar. Le regalo un bolígrafo y aprovecho para sacar- le una foto. «¡Vaya ojos! Por aquí debe de entrarle toda la vida», se maravillará mi madre al verla.“Absolutamente impresionante. No se puede decir nada más de esta gente”.


He lamentado decirle que no, porque parecía sincera. Me ha deseado que tenga felicidad, y yo a ella que tenga mucha suerte, que no es exactamente lo mismo. En el fondo, pensaba que en Cuba la gente va más escasa de buena fortuna que de felicidad.“¡No hay nada en mi estudio con una calidad del sonido tan increíble!”

La lista tonta de los jueves: La Habana

Una mirada al Caribe, a una de las ciudades más entrañables y más llena de memorias de todas clases y magnitudes, bienvenidos al sabor único y la estatura increíble de La Habana. Ya se sabe, lo primero que se nota en una lista es aquello que falta.

1


La Habana para un infante difunto. Guillermo Cabrera Infante.

https://www.cicutadry.es/la-habana-para-un-infante-difunto-cabrera-infante/

3


En la calzada de Jesús del Monte. Eliseo Diego.

https://www.pre-textos.com/escaparate/product_info.php?products_id=1991

4


El hombre que amaba a los perros. Leonardo Padura.

https://marxismo.mx/leonardo-padura-el-hombre-que-amaba-a-los-perros/

14


En el cielo con diamantes. Senel Paz.

https://www.ecured.cu/En_el_cielo_con_diamantes

15


El hombre, la hembra y el hambre. Daína Chaviano.

https://www.planetadelibros.com/libro-el-hombre-la-hembra-y-el-hambre/8503

16


Sangra por la herida. Mirta Yáñez.

https://aduanavieja.com/libros/narrativa/sangra-por-la-herida/

Imagginación

Meditación Divertida con Maggie

Disappearing Thoughts

clicks and clips

Tablaturas de mis pasos

Unas cuantas palabras y fotos para los lugares que me hacen feliz.

NOUS LES FEMMES

Aller au delà de nos limites à travers le monde. J'en suis capable, pourquoi pas toi? Pourquoi pas nous? Ensemble nous sommes invincibles "Je suis femme and i can".

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Un Loco Anda Suelto

Entra en mi mente...déjame entrar en la tuya...

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Neus Sintes

En el soñador vida y sueño coinciden

La poesía, eso decían

Como plasmar la idea natural.

Cynthia Briones

Poesía, reflexiones, pensamientos.

Polisemia Revista cultural

En cada edición proponemos una palabra para indagar sus posibles significados desde distintas áreas.

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