Presentación del libro: «La niña que esperó bajo la lluvia al rey de Inglaterra». Sábado 13 de marzo. 17:00 horas

Gracias a la generosidad de Universo de Libros y de Editorial Porrúa. Verónica Ortiz y César Benedicto Callejas presentarán el libro: «La niña que esperó bajo la lluvia al rey de Inglaterra»

Acompáñenos a hablar de cinco mujeres que tomaron las riendas de su vida, que transformaron el mundo a su derredor y cuyas vidas ignoramos o conocemos poco.

Sábado 13 de marzo, 17:00 horas por FaceBookLive: https://fb.me/e/Jc1TtNwq

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No lo olvide, al hacer su pedido deje un mensaje en este blog, cuando las circunstancias lo permitan recibirá una invitación para una reunión donde charlaremos del libro y, si me lo permites, te firmaré con todo gusto tus ejemplares.

Webminar gratuito: Formación de escritores a través de la lectura, el video.

Si no tuvo tiempo de acompañarnos, si quiere compartir su idea sobre la forma en que se crea un escritor; si quiere pasar un momento grato en compañía de los libros, aquí dejamos el vídeo para que nos acompañe con su visita:

Las citas del viernes: A propósito de nada de Woody Allen

Asomarse a la vida de los demás es siempre un acto temerario porque nos muestra lo mejor y lo peor de la naturaleza humana, narrarla es, por su parte, un acto heroico con pinceladas de infamia. Las memorias de Woody Allen no escapan a esta regla; escritas con su humor inefable, ácido y negro, exhiben a un genio en la búsqueda de su obra maestra, al individuo enfrentado a la realidad sobre la que, pese a todo se sobrepone. Me impresiona mirar su humildad frente al éxito y su tortuosidad en lo cotidiano y renueva mi fe en que el humor y los buenos modos siempre, de muchas maneras, nos ayudan a sobrevivir y prosperar. Aquí sus momentos estelares.

A propósito de nada de Woody Allen, Alianza editorial.

Permítanme expresarlo de esta manera: la teoría freudiana de Edipo según la cual inconscientemente todos los hombres queremos matar a nuestros padres y casarnos con nuestras madres choca contra una pared en lo que respecta a mi madre.

Yo siempre veía el ataúd medio lleno. De los mil y un quebrantos que heredó nuestra carne, yo conseguí evitarlos todos salvo el número seiscientos ochenta y dos: carezco del mecanismo de defensa de la negación. Mi madre decía que no podía entenderlo. Siempre aseguraba que yo fui un niño amable, dulce y alegre hasta los cinco años y que luego me convertí en un chavo avinagrado, desagradable, rencoroso y malo.

Me topé con la misma pregunta que sacaba de quicio al expríncipe de Dinamarca: ¿por qué hemos de soportar piedras y flechas cuando puedo mojarme la nariz, introducirla en el enchufe y no tener que volver a enfrentarme nunca más a la ansiedad, a la angustia o al pollo hervido de mi madre? Hamlet decidió no hacerlo porque temía lo que le ocurriría en el más allá después de la muerte, pero yo no creo en eso, de modo que, dada mi opinión totalmente deprimente sobre la condición humana y lo dolorosamente absurda que ésta es, ¿por qué seguir adelante? Finalmente no logré encontrar ninguna razón lógica para explicarlo y llegué a la conclusión de que, sencillamente, los seres humanos estamos programados para resistirnos a la muerte. La sangre es más fuerte que el cerebro. No hay ningún motivo lógico para aferrarse a la vida, pero, a quién le importa lo que dice el cerebro? El corazón dice: Has visto a Lola con su minifalda?

Por fin, se apagaban las luces, se abría el telón y la pantalla plateada se iluminaba con un logotipo que te hacía salivar el corazón, si se me permite mezclar las metáforas, con anticipación pavloviana.

Pronto construiría allí un edificio de apartamentos, en el mismo sitio donde tiempo atrás habían demolido el Rick’s Café.

Entonces la función doble ha terminado y abandono la magia Oscura y reconfortante de la sala de cine y vuelvo a emerger en la Coney Island Avenue, con el sol y el tráfico, y emprendo el regreso al triste apartamento de la Avenida K.

«Siempre está coqueteando con las chicas», le dijo una de esas zánganas estériles a mi madre. Sí, me gustaban las chicas. ¿Qué se supone que me tenía que gustar, las tablas de multiplicar?

Lo que no había comprendido era que Bechet, Armstrong, George Lewis, Johnny Dodds, Jelly Roll Morton y Jimmie Noone eran genios de la música. Tenían un estilo primitivo, pero, dentro de los parámetros del jazz de Nueva Orleans, poseían algo realmente mágico en su interior que manaba de cada nota que tocaban. Yo, que era un zopenco totalmente ingenuo, no comprendía que carecía de ese genio y que, a pesar de todo el entusiasmo y el amor que sentía por esa música, estaba destinado a no ser más que un músico insignificante y mediocre al que se escucharía y se toleraría gracias a su carrera cinematográfica, no por nada que tuviera algún mínimo valor para el jazz.

Pero a quién le importa lo que yo piense: todo es cuestión de gustos. A algunos esas esbeltas modelos de ropa interior pueden parecerles hermosas y sensuales y tal vez a mí no. Sólo que a mí sí me lo parecen y no hay nada que pueda hacer al respecto. Y luego dicen que es cuestión de gustos.

Y cuando hablo de perros también incluyo a los Yorkshire terriers. Ódienme si quieren, pero las mascotas no me gustan. Desde luego que no me agrada que me muerdan y detesto que me llenen de pelos, me laman o me ladren. Siempre pensé que, en la escala evolutiva, todos los animales son humanos fallidos. Tampoco me gusta que los canarios me canten ni que los peces me miren.

Les digo que tuve una buena infancia. No debería ser como soy.

Y, como yo estoy en las artes, envidio a las personas que se consuelan con la convicción de que el mundo que crearon perdurará, que se hablará mucho de él y que, de alguna manera, al igual que ocurre con los católicos y su fe en la vida después de la muerte, el «legado» que dejan como artistas los hará inmortales. La cuestión es que todas las personas que discuten sobre el legado del artista y que comentan lo genial que es su obra están vivas y pidiendo pastrami, mientras que el propio artista está metido en una urna o enterrado en Queens. Toda esa gente que desfila ante la tumba de Shakespeare recitando alabanzas le importa un reverendo comino al bardo, y llegará el día -un día muy lejano, pero va a llegar sin el menor asomo de duda- en que todas las obras de Shakespeare, a pesar de sus brillantes tramas y sus estirados pentámetros yámbicos, así como cada uno de los puntitos de Seurat, se esfumarán con cada átomo del universo. De hecho, el propio universo desaparecerá y no habrá ningún lugar donde puedas colgar el sombrero. Después de todo, no somos más que un accidente de la física. Y un accidente bastante torpe, por cierto. No el producto de un diseño inteligente, sino, en realidad, la obra de un vulgar metepatas.

Me contrataron y luego me dejaron a la deriva, igual que a los otros, pero, como los años de hostigamientos maternos me habían llenado de ambición, supe aprovechar sensatamente el tiempo y el dinero.

Como sea, Harlene y yo hacíamos de todo, así que un día levantamos la mirada y decidimos casarnos. Ēramos unos chavos; no nos quedaba otra cosa que hacer. Habíamos visto todas las películas y obras de teatro, habíamos ido a museos, habíamos jugado minigolf, nos habíamos tomado unos capuchinos en Orsini’s y habíamos pasado un día en Fire Island. ¿Qué quedaba? De modo que nos comprometimos.

Ellos, por sí mismos, no eran capaces de arrancarle una risita a un gordo maníaco drogado con gas de la risa.

Finalmente, me quedé. Compartí el baño y la cama. (Bruno Bettelheim cuenta que, en los campos de concentración, uno se habituaba rápido a unas condiciones espantosas que, sin la amenaza de tortura o muerte, habrían requerido largos años de adaptación con resultados dudosos. Por supuesto que Bettelheim no estaba pensando en compartir una cama con Milt Rosen.)

Era un autor judío de la misma manera en que lo era Mailer, es decir, ambos eran judíos pero eso jamás se traslucía en su obra.

Nos estrechamos la mano, sin firmar ningún papel, y seguimos juntos hasta que él se murió con cien años. Era una de las pocas personas, por no decir la única, entre las que yo conocí, que era un verdadero sabio. No sólo era listo olfato para el talento. La sabiduría es algo distinto, y por mucho que intenté enfrentarme a esa sabiduría con mis racionalizaciones, mis temores, mis prejuicios y mis ideas disparatadas, él siempre logró imponerse lo suficiente como para realizar una contribución gigantesca a mi carrera. Pero, al principio, me peleaba con él.

Cada noche, después de la función, nos íbamos con Jack al Stage Delicatessen para hablar de la actuación, y yo me enteraba de que algunas de mis referencias eran demasiado oscuras, demasiado para enterados, «demasiado agudas, tanto que sólo los perros pueden oírlas», decía Jack.

Gracias a ella, me he familiarizado un poco con Kant, Kierkegaard, Schopenhauer y Hegel, y si bien no podría afirmar realmente que ya podía distinguir mi «en sí» de mi «para sí», sí podía entender que «estar-en-un matrimonio malo» y «Estar-en-un matrimonio malo» no eran dos conceptos muy distintos entre sí, más allá de lo que Heidegger pudiera llegar a opinar.

Y en algún lugar del cielo, ese mismo personaje que había jugado sádicamente con Job se encontró con mi foto en el archivo y se frotó las manos con anticipatorio deleite.

¿Me proporcionó eso alguna clase de satisfacción? En mis labios empezó a dibujarse una sonrisita de superioridad como si yo fuera el profesor Moriarty, aunque segundos más tarde me encontré de golpe otra vez en el mundo real, donde esas pequeñas ironías no bastan para alterar la mezquina indiferencia de la naturaleza.

En aquellos tiempos había un sitio en Chicago que se llamaba Black Angus donde te servían unas costillas cuyo sabor le daba un sentido a la vida que no se podía encontrar ni en la religión, ni en el psicoanálisis o ni en el arte más sublime.

Hay una gran brecha entre fracasar en la letra impresa y fracasar en el escenario. Fracasar en la letra impresa es un asunto privado. Fracasar delante de una audiencia es algo embarazoso y el cómico experimenta la misma sensación desagradable que uno podría tener si lo crucifican.

Cientos de reseñas de todas partes, tan diferentes, tan opuestas entre sí. ¿Y con qué fin? ¿Así puedo leer que soy un genio o un idiota incompetente? Ya sé que soy incompetente y que no nací genio. La obsesión con uno mismo, esa traicionera pérdida de tiempo.

Pero ya llegaré a Manhattan. Primero, mi ingreso en el mundo del drama. Como no quería sacar partido de mis cualidades de payaso, decidí probar suerte con una tragedia, y si bien es posible que no haya logrado cumplir con los requisitos aristotélicos de compasión y temor, sí es cierto que conseguí que el público se compadeciera de mí y que los inversores aprendieran el significado del temor.

El libro nuestro de cada martes: A propósito de nada, de Woody Allen

Usted dirá… es decir, los que decimos somos los lectores; más allá del debate entre la vida personal de los artistas y su obra; mucho más lejos de nuestros prejuicios, las transgresiones y lo poco o mucho que podemos saber con exactitud de cuanto sucede; Allen se abre de capa y asombra por la franqueza de su texto, pero sobre todo por su genialidad, su humor acerado y a veces cínico que rompe estereotipos y perfecciona otros; dice que aún está en busca de la la película perfecta, de su gran obra, dice también que no es un intelectual, lo cierto es que para cualquiera es un hito en la historia del cine y de la cultura de nuestro tiempo. Atrévase con este libro, ríase hasta el dolor de estómago, debata consigo mismo y con Woody, porque lo que seguramente no va a suceder es la indiferencia. Algo más sobre el libro: https://www.culturamas.es/2020/09/22/woody-allen-a-proposito-de-nada/

Una conferencia interesantísima desde el Centro Sefarad Israel de España

Como no lo puedo evitar … el trailer de una de mis películas Poderosa Afrodita…

Poderosa Afrodita, el trailer

Y bueno… está bien… otra de mis favoritas de Allen y ya…

Medianoche en París

El libro nuestro de cada martes: A propósito de nada, de Woody Allen

Hoy cumple años Woody Allen; usted con seguridad puede considerarlo terrible, incomprensible o, como yo, un auténtico genio. Lo cierto es que para nadie es indiferente. Sus memorias, si bien gastan un buen tramo en justificar su comportamiento sexual, de cuyo carácter impropio ha sido exonerado, son un auténtico deleite. Lo sigo desde 1988 y creo haber visto todas sus películas, por eso me asombra su confesión de estar todavía en busca de su obra maestra.

No dude en leerlo, se divertirá y además tendrá una visión de la vida cultural del siglo XX.

Algo más sobre el libro: https://www.alianzaeditorial.es/libro/libros-singulares-ls/a-proposito-de-nada-woody-allen-9788491819950/

Otro poco:

El vals del minuto: La memoria de nuestros pueblos

Una brevísima visita a Valle de Santiago me hace revalorizar nuestra memoria frente a la pandemia y el recuerdo de nuestros antepasados. Un cine es el pretexto para la creación y el recuerdo.

En el Estudio de Eduardo Ruiz Healy, una charla con César Benedicto Callejas

Acompáñenos a la charla con Eduardo Ruiz Healy: literatura, sociedad, reflexión amable en este horario:

_*Grupo Formula_*

Sábado 28 de noviembre / 20

Transmisión y Cobertura Programa

_*”En el Estudio de Eduardo ”_*

Con César Callejas

Abogado y Escritor

_*20:00 a 21:00 hrs_*

_*Radio_*

970 AM y

la Cadena Nacional

103.3 FM

_*20:30 a 21:30 hrs_*

_*Telefórmula_*

Canal 354 de Dish,

157 de Sky

121 de IZZI,

85 de Cablecom ,

161 por TotalPlay y

153 de Megacable

En los Estados Unidos

Comcast- por Xfinity Latino

Spectrum – por Latino View.

El vals del minuto de los lunes: Sophia Loren y las artes

Sophia Loren es un compendio viviente de las artes del siglo XX; una mujer eternamente hermosa, que envejeció con una dignidad admirable, que demostró que más allá de la belleza y el ámbito mundano, era la encarnación del cine y el arte dramático; la Loren – cantante, actriz, escritora -, retorna a la pantalla con una magnífica adaptación de la novela «La vida ante si» de Romain Gary, estrenada por Netflix. Un minuto para honrar la belleza, el talento y la gloria de una de las mujeres más bellas de la historia.

Sofía Loren y la vida ante si

Viernes de citas: El amante de la China del norte de Marguerite Duras

Para su descanso del viernes, una mirada al fascinante mundo del amor, el dolor y la resurrección en Marguerite Duras, que ustedes lo disfruten

El amante de la China del norte, Marguerite Duras. Ed. Tusquets


Y luego este sufrimiento abandona el cuerpo, abandona la cabeza abandona imperceptiblemente toda la superficie del cuerpo y se pierde en una felicidad del todo desconocida de amar sin saber.


La madre salió del despacho de la directora. Había vuelto a atravesar el patio. La niña la había visto. La había mirado, no había ido hacia ella, avergonzada de su madre, había vuelto a subir al dormitorio, se había escondido y había llorado por esa madre impresentable de la que se avergonzaba. Su amor.


El chino ha ido a sentarse a una mesa. Sin duda para estar solo. Está solo en la ciudad, en la vida también. Con, en el corazón, el amor de esa niña que se irá, alejará para siempre de él, de su cuerpo… Un duelo terrible habita al chino. Y la niña blanca lo sabe..Ella le mira y, por primera vez, descubre que la soledad siempre estuvo allí, entre ella y él, que ella, esa soledad china, ella la conservaba, era como su país alrededor de él. A.l igual que ella era el lugar de sus cuerpos, de su amor…La niña ya presentía que esa historia era tal vez la de un amor.


Van a separarse. Ella recuerda que difícil, cruel, era hablar. Las palabras eran incontables tan fuerte era el deseo. No habían vuelto a mirarse. Habían evitado  manos, miradas. Había sido él quien había impuesto aquel silencio. Ella dijo que aquel silencio suyo, sólo suyo, las palabras eludidas bajo aquel silencio, incluso su puntuación, su distracción, aquel juego también, lo infantil de aquel juego y de sus llantos, todo aquello había podido ya señalar que se trataba de un amor.


Para ella, la niña, esta cita “de reencuentro”, en su lugar de la ciudad, había quedado siempre como el del inicio de su historia, aquél por el cual se había convertido en los amantes de los libros que había escrito. Ella creía, sabía que era allí, en esa escena interior, a partir de una especie de conocimiento que habían tenido de su deseo, una vez eliminado todo razonamiento, cuando ya no se prohibieran nada, cuando se convirtieron en amantes.


Si miran sin quererlo, entonces bajan los ojos. Luego quedan  así viéndose con los ojos cerrados, sin moverse y sin verse como si se mirarán todavía.

Imagginación

Meditación Divertida con Maggie

Disappearing Thoughts

clicks and clips

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Unas cuantas palabras y fotos para los lugares que me hacen feliz.

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En el soñador vida y sueño coinciden

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